Capítulo 10

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-¡Lena!- gritó Simón desde la sala.

Mierda, me faltaba colocarme mis botas.
Llevaba una falda negra un poco más arriba de la rodilla y una camisa blanca pero también la acompañaba mi chaqueta de mezclilla.
Aunque me hubiera gustado llevar la pijama de patos, pero bueno, el jefe es exigente.

-¡Ya voy!- grité como respuesta.

¿Donde estaban? Busqué por toda la habitación y se encontraban en una esquina.
Genial, me las puse rápidamente y salí corriendo a la sala.

Simón tenía unas botas en sus manos.

-Estoy tan seguro que estas botas no son mías- miró a donde se encontraban mis pies, yo hice lo mismo.

Al parecer nuestras botas se mezclaron cuando las mandamos a limpiar.

Con razón las botas que tenía puestas se sentían más raras, yo no era pie grande.

-Tal vez se escogieron- me reí.

-Dame mis botas Lena.

-Espera- me senté en el suelo y comencé a desatar los cordones de las botas y las saque de mis pies.

Se las pase a Simón y el me pasó las mías.

El hizo lo mismo, se sentó frente mío y comenzamos a colocarnos nuestras botas.

Eché un vistazo a sus pies y vi que llevaba unos calcetines de patos. Traté de no reirme pero fue imposible.

-¿Que pasa?- Simón me echó un vistazo.

-Tus calcetines- le señalé -Al parecer también piensas que los patos son el último grito de la moda.

-Sí, sí, como sea.

-Admitelo.

-¿Admitir que, Lena?

-Que los estampados de patos son geniales.

Simón alzó una ceja.

-Hazlo, admitelo.

Suspiró -Los estampados de patos son geniales ¿feliz?

-Más que feliz, gracias.

Simón se levantó y ofreció sus manos para ayudarme a levantar. Me quedé por un momento mirándolo perpleja ¿Simón ofreciéndose a esto? Perdón, pero esto era algo que se debía asimilar.

Simón sacudió sus manos, así que las tomé y me levantó.

-Gracias por su caballerosidad.

Simón resopló.

-Vamos, tengo demasiada hambre.

-Si señor.

*   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *

Almorzamos y nos dirigimos al hospital, al parecer mañana le daban de alta a Martín.

-Hey chicos- dijo Martín.

-Hola Martín ¿como sigues?- pregunté.

-Genial, ya el dolor disminuyó.

-¿Mamá está acá?- interrumpió Simón.

-Creo que se fue a casa.

En ese momento entraron Isaza y Villamil, yo me senté a jugar con mi celular.

Los cuatro muchachos intercambiaron algunas palabras y después dirigieron una mirada hacia mi.

¿Qué diablos?

-Mierda, no empiecen- dijo Simón con negación.

-Bueno Lena, ¿Que se sintió ser cargada por Simón hasta su carro?- la voz socarrona de Martín lleno la habitación.

Cristo, ya iban a especular cosas.

-Simón no suele ser así tan atento- continuó Isaza burlándose.

-Oigan, oigan, no la saturen- dijo Villa. Gracias al fin alguien que tenía compasión de mi. -Dejemos que ella de su opinión de la acción tan caballerosa de Simón-

Malditos.

-Tal vez no sentí nada porque estaba dormida.

-Uf, golpe bajo Simón, no sintió nada- Villamil era un dramático a morir, le gustaba ver el mundo arder.

-Ya cierren la boca- el tono de Simón era frío  -Y Villa tiene que dejar de ser tan bombero.

-Nuestra relación es estrictamente profesional- repliqué.

-Sí, y a mi no me pasó un carro por encima- se burló Martín.

-¡BASTA!- el grito de Simón invadió la habitación y el ambiente se volvió tenso.

-Yo mejor me voy- dije mientras me levantaba.

-Lena, no, te quedas, no le hagas caso a estos imbéciles- Simón dio una mirada fría a sus compañeros de banda, pero ellos solamente se reían.

-Simón, estoy cansada.

-¡Acabamos de llegar!

-Pero puedo estar cansada.

-Te quedas, es una orden.

Y me desplome en el sofá de nuevo.
Genial, tendría que aguantarlos.

Yo contigo, tú conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora