-¡Lena!- gritó Simón desde la sala.
Mierda, me faltaba colocarme mis botas.
Llevaba una falda negra un poco más arriba de la rodilla y una camisa blanca pero también la acompañaba mi chaqueta de mezclilla.
Aunque me hubiera gustado llevar la pijama de patos, pero bueno, el jefe es exigente.-¡Ya voy!- grité como respuesta.
¿Donde estaban? Busqué por toda la habitación y se encontraban en una esquina.
Genial, me las puse rápidamente y salí corriendo a la sala.Simón tenía unas botas en sus manos.
-Estoy tan seguro que estas botas no son mías- miró a donde se encontraban mis pies, yo hice lo mismo.
Al parecer nuestras botas se mezclaron cuando las mandamos a limpiar.
Con razón las botas que tenía puestas se sentían más raras, yo no era pie grande.
-Tal vez se escogieron- me reí.
-Dame mis botas Lena.
-Espera- me senté en el suelo y comencé a desatar los cordones de las botas y las saque de mis pies.
Se las pase a Simón y el me pasó las mías.
El hizo lo mismo, se sentó frente mío y comenzamos a colocarnos nuestras botas.
Eché un vistazo a sus pies y vi que llevaba unos calcetines de patos. Traté de no reirme pero fue imposible.
-¿Que pasa?- Simón me echó un vistazo.
-Tus calcetines- le señalé -Al parecer también piensas que los patos son el último grito de la moda.
-Sí, sí, como sea.
-Admitelo.
-¿Admitir que, Lena?
-Que los estampados de patos son geniales.
Simón alzó una ceja.
-Hazlo, admitelo.
Suspiró -Los estampados de patos son geniales ¿feliz?
-Más que feliz, gracias.
Simón se levantó y ofreció sus manos para ayudarme a levantar. Me quedé por un momento mirándolo perpleja ¿Simón ofreciéndose a esto? Perdón, pero esto era algo que se debía asimilar.
Simón sacudió sus manos, así que las tomé y me levantó.
-Gracias por su caballerosidad.
Simón resopló.
-Vamos, tengo demasiada hambre.
-Si señor.
* * * * * * * * * * * * *
Almorzamos y nos dirigimos al hospital, al parecer mañana le daban de alta a Martín.
-Hey chicos- dijo Martín.
-Hola Martín ¿como sigues?- pregunté.
-Genial, ya el dolor disminuyó.
-¿Mamá está acá?- interrumpió Simón.
-Creo que se fue a casa.
En ese momento entraron Isaza y Villamil, yo me senté a jugar con mi celular.
Los cuatro muchachos intercambiaron algunas palabras y después dirigieron una mirada hacia mi.
¿Qué diablos?
-Mierda, no empiecen- dijo Simón con negación.
-Bueno Lena, ¿Que se sintió ser cargada por Simón hasta su carro?- la voz socarrona de Martín lleno la habitación.
Cristo, ya iban a especular cosas.
-Simón no suele ser así tan atento- continuó Isaza burlándose.
-Oigan, oigan, no la saturen- dijo Villa. Gracias al fin alguien que tenía compasión de mi. -Dejemos que ella de su opinión de la acción tan caballerosa de Simón-
Malditos.
-Tal vez no sentí nada porque estaba dormida.
-Uf, golpe bajo Simón, no sintió nada- Villamil era un dramático a morir, le gustaba ver el mundo arder.
-Ya cierren la boca- el tono de Simón era frío -Y Villa tiene que dejar de ser tan bombero.
-Nuestra relación es estrictamente profesional- repliqué.
-Sí, y a mi no me pasó un carro por encima- se burló Martín.
-¡BASTA!- el grito de Simón invadió la habitación y el ambiente se volvió tenso.
-Yo mejor me voy- dije mientras me levantaba.
-Lena, no, te quedas, no le hagas caso a estos imbéciles- Simón dio una mirada fría a sus compañeros de banda, pero ellos solamente se reían.
-Simón, estoy cansada.
-¡Acabamos de llegar!
-Pero puedo estar cansada.
-Te quedas, es una orden.
Y me desplome en el sofá de nuevo.
Genial, tendría que aguantarlos.
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Yo contigo, tú conmigo
FanfictionSimón Vargas, con problemas para organizarse y una pequeña ansiedad por fumar, necesitaba urgente una asistente que lo vigilará y lo ayudará con sus labores, bueno la idea de la asistente no fue de él, si no de sus compañeros de Banda, que se encont...