—Lena, viste mi hoodie amarillo?— en este momento debería estar cayéndose mi cara de la vergüenza, había caído tan bajo.
—No, no sé donde está.
—¿Segura? Juré tenerlo en mi cuarto.— ese hoodie se encontraban en la profundidades de mi habitación, su hoodie se mezcló con mi ropa, pero no tenía ninguna culpa era muy cómodo e incluso con varios toques de jabón seguía teniendo el aroma de Simón.
Estaba loca sí, y caí tan bajo.
—¿Qué crees Simón? ¿Qué me lo robe para dormir con el?— que vergüenza, porque era verdad.
—No... eso sería raro.
Claro que sería raro, robarle el hoodie a tu jefe está de último en la lista como empleado.
—¿Podemos olvidar lo de esta madrugada?— preguntó Simón cambiando de tema.
Mi corazón dolió un poco.
—No, o sea no olvidar, sino mantenerlo entre los dos— se corrigió.
—Mantendré guardado tu sucio secreto — Me reí en su cara y me dirigí a la mesa, tenía mucho correo que revisar y cosas que arreglar.
—Lena...en serio— se rascó la parte trasera de su cuello.
—Simón calmate, no le diré a nadie— le di una sonrisa para que se calmara.
¿Quien lo diría? Que le preocupara que lo vieran vulnerable.
En ese momento la puerta se abrió y un pequeño sujeto apareció en la entrada.
—Hey chicos— Martín nos saludó.
—¿Quien te invitó?— Simón lanzó las palabras sobre su hermano.
Que gran bienvenida daba este tipo.—¿Qué? ¿Tenías planes con Lena en tu bello hogar?
—¿Qué haces acá?— el cuerpo de Simón se volvió tenso.
—Estaba cerca y decidí saludar y preguntarle a Lena como iba con sus citas.
—Pierdes tu tiempo amigo— sonreí —como siempre, han sido un fracaso.
—Noo— se cruzó de brazos —¿Por qué?
—La primera Juan Pablo salió despavorido, la segunda resultó tener el corazón en otra chica y pues la tercera no creo que sea la vencida—suspiré.
—Deberías intentarlo una última vez y creo tener a la persona correcta— su rostro era pensativo.
—¿Quien?— intervino Simón rápidamente.
—¿Por qué tan interesado Simón? ¿Celoso?— la sonrisa de Martín se volvió más amplia.
—Vete al diablo.
—Como siempre.
Y una vez más, no sabía que carajos q estaba ocurriendo. Básicamente estaban cuadrando mi vida y yo ni enterada.
—Bueno Lena, tu cita será Thomas, esta noche, en el bar donde nos conocimos.
—¿Thomas?—el tono se Simón era de incredulidad— ¿El del sonido?
Martín asintió.
—No creo que sea buena idea.
—¿Qué? El chico es genial, sería perfecto para Lena.
—Se ve raro.
—Tu eres raro.
Es tan divertido ver a estos dos discutir era buen entretenimiento.
—Bueno, ya que di mis anuncios parroquiales, me retiro— Martín nos dio una despedida con su mano y salió de la casa.
—Genial, a fracasar en otra cita— sacudi mis brazos en celebración.
—Tal vez no salga tan mal— se echó en el sofá.
—¿Sabes? Tú también deberías tener citas— mis palabras salieron de la nada, hasta en mi rostro se notaba la confusión por lo que acababa de decir. Pero siendo sinceros Simón sólo se la pasaba encerrado en su cuarto y no convivía con nadie más. Bueno a excepción de los muchachos y yo.
—¿Hoy es tu día de dar ideas pésimas?
—No sé, pensé que eso podría distraerte.
—Quizás, pero Simón y las citas no van— dijo señalandose a sí mismo. —Aparte se que lo voy a arruinar, en cualquier momento diré y haré algo hiriente. Esa es mi labor.
Y volvimos a la misma mierda, odiaba tanto a su padre por hacerlo creer eso. Simón aguantó muchas cosas por parte de el, para que el le de una carga de culpa totalmente estúpida e irrelevante.
Lo único que pude hacer fue rodar los ojos y llorar en mi interior.
—Piénsalo ¿Si?— le di mis ojos de cachorros más sinceros.
—La mirada de cachorro no funciona conmigo.
Maldición, pensé que hacia un buen trabajo.
—Pero lo pensaré— dijo finalmente.
Sólo espero no arrepentirme de esa idea.
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Yo contigo, tú conmigo
أدب الهواةSimón Vargas, con problemas para organizarse y una pequeña ansiedad por fumar, necesitaba urgente una asistente que lo vigilará y lo ayudará con sus labores, bueno la idea de la asistente no fue de él, si no de sus compañeros de Banda, que se encont...