Capítulo 14

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Lena:

Había pasado más de dos hora y Simón no había llegado.
Y el clima allí afuera no era el mejor.
¿Qué había pasado hace dos horas? No lo sé, todavía lo sigo asimilando, lo pienso y no encuentro explicación.
¿Trató de besarme? ¿Fue por el momento emocional?
Yo ya no sabía nada.
Sólo quería seguir aquí envuelta como un tamal en la cobija y comiendo helado de vainilla con chispas de chocolate, era simple pero era una explosión en mis papilas gustativas.

Delicioso.

Pero tanta tranquilidad no podía ser tan cierta.
Simón había llegado.
abrió la puerta y la cerró bruscamente ¿Qué tenía con azotar las puertas?

Estaba todo empapado, me levanté de mi cómodo tamal humano y le lleve una toalla.

Nos mantuvimos en silencio mientras el se secaba, luego se quitó su hoodie y lo dejó en mesa, quedó con una camiseta blanca toda mojada.

Me quedé mirando el hoodie por un rato y pude ver que en el bolsillo salía una pequeña caja.

No puede ser.

Eso eran cigarros.

-¿Qué es esto?- los tomé rápidamente.

-¿Qué es qué?- preguntó

-Esto que tengo en mis manos- empecé a deambular alrededor de la mesa.

Me miró y su mirada era cautelosa de repente. -Lena...

-Empezaste a fumar de nuevo ¿Verdad?

-No necesito tu permiso, aparte lo que haga no es tu asunto.

-Oh piénsalo mejor mi querido amigo, tu y tu salud son mi jodido asunto.

Con la mano extendida se fue acercando a mi, por desgracia para el, yo ya tenía la caja de cigarros.

-Damelos- dijo

Sostuve la caja de cigarros a mi espalda, fuera de su alcance. -No más Simón, has trabajado mucho para liberarte del cigarro.

-¿Vas a ser una perra conmigo por esto?- lanzó la toalla a un lado, molesto. Su cabello húmedo colgaba sobre su rostro, sus ojos brillando de furia. -Sólo es un maldito cigarro ocasional. Entregalos , Lena.

-Sabes que no puedes estar fumando, por eso te ves tan culpable.

-No me veo culpable- su cara era tan culpable como el infierno.

-Me preocupo por ti.

-Damelos- dijo de manera demandante.

-No, ¿por que lo hiciste? Dime.

Se rehusó a responder, pero se fue moviendo a donde me encontraba, yo hice lo mismo y me moví.

-Lena- dijo en voz baja -Vas a devolver eso y dejarás tu pequeña y linda nariz fuera de esto.

-No.

-Es una orden.

-Las órdenes no funcionan conmigo.

-Dame eso ya- pobre iluso.

-Vamos a hablar esto de manera civilizada, te invito a tomar asiento.- dije halando la silla de debajo de la mesa.

-Claro Lena, lo que sea por ti- dientes relucientes y afilados llenaron su hermosa sonrisa.

-Eso es muy dulce de tu parte- sonreí

Y me eche a correr.

LENA!- gritó Simón.

Salí corriendo hacia el baño del pasillo a botar los cigarros. La adrenalina recorrió mi cuerpo, corrí lo más rápido, pero aún así Simón tenía piernas largas y serpenteo un brazo al rededor de mi cintura halandome hacia atrás.

-¿Te rindes?- susurró en mi oído.

-Todavía no me conoces bien Simón.
Así que nos tiré a ambos al suelo. Mis rodillas llevaron el mayor impacto. Y la caja de cigarros se salieron de mi agarre.

Mierda.

-Ya rindete.

-¡Nunca!

Rodamos por el piso, Simón luchando para que no alcanzara la caja de cigarros.

Alguien estaba tocando la puerta, genial teníamos visitas y nosotros aquí jugando como imbéciles.

-¡Sueltame!

Llaves tintinearon y el cerrojo cedió. Juan Pablo Villamil apareció en medio de la escena.

-Chicos- tenía unos ojos risueños -¿Qué hacen?

-Estábamos practicando Karate- respondió Simón.

-Te puedes quitar, por favor.

-Lena se puso como loca, larga historia.

Juan Pablo se dio cuenta de la caja de cigarros que estaba y arrugas en su frente aparecieron.

-¿Volviste a fumar, Simón?- su voz era de descontento.

-No te importa- este era un imbécil con todas las letras.

-Nos preocupamos por ti.

-Es mejor que te vayas Villamil.

-Simón...- le dije.

-No te preocupes Lena, es mejor que yo salga de aquí, te veré después- dijo con desdén.

Sin otra palabra Villa se dio vuelta y abrió de nuevo dirigiéndose hacia la lluvia.

Simón azotó la puerta, como siempre.

-Eres un imbécil con I mayúscula.

-No pedía tu opinión.

-Me vale, no debes comportarte como estúpido, Villa solamente se preocupaba por ti.- le entregue el hoodie -Ahora ve y pídele disculpas.

Simón con descontento agarró la manija de la puerta y se dirigió hacia la lluvia a hablar con Juan Pablo.
Intercambiaron algunas palabras y al final se dieron un abrazo.
Gracias a Dios, no necesitábamos más discusiones.

Simón corrió de regreso a casa empapado hasta los huesos.

-Traeré otra toalla.

-No es necesario, me iré a bañar.

-¿Todo esta bien entre ustedes?- pregunté.

Asintió.

-Genial. Lo hiciste bien.

-Sí sí, lo que digas.

Yo contigo, tú conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora