Capítulo 12

649 56 7
                                    

Simón:

Una llamada me despertó a las 6:30 am.
Estas no eran horas de Dios, pero tenía que llevar a Martín a su casa, ya le habían dado el alta. Genial, no soportaba verlo en esa cama de hospital.

Me coloque unos vaqueros,una camisa y unos tenis, no tenía ganas de usar botas hoy.

Pensé mucho en sí llamar a Lena, fui como tres veces a la puerta de su habitación, parecía un imbécil mirando una puerta y deteniendo mi puño cada vez que quería tocar.

Al final decidí que la iba a dejar descansar, que jefe tan considerado soy.

Llegué al hospital, como lo había hecho estos últimos días, pero este sería el último, lo cual me relajaba.

Ayude a organizar las cosas de Martín.

Mamá se encontraba merodeando por ahí, las cosas se encontraban tensas entre nosotros. Sabía que andaba enojada por lo de Martín, que no fui capaz de cuidarlo y esa mierda.
No te preocupes mamá, yo me siento igual.

Los gritos de Martín me sacaron de mis pensamientos.

-¡Oh bello y caballeroso Simón! Cargame hasta el auto, merezco tratos especiales.- A veces me cuestionaba si Martín era mi hermano o mi enemigo.

-Ni así te cansas de joder.
-Que amargado.

-Pero siendo serios- hizo una pequeña pausa -¿Si me vas a cargar?

¿Me demandarían si lo llego a lanzar por la ventana? No era tan alto, creo que podría sobrevivir
Mi única respuesta fue una mirada asesina, muchas veces funcionaba.

-Aunque me mires así no voy a dejarte de molestar- echó una larga mirada a su alrededor y notó que faltan algo o alguien. -¿Y tu niñera?- preguntó.

-Asistente- le corregí.

-Es lo mismo, ¿No?- puse mis ojos en blanco. -¿Dónde está y como sigue?

-Mucho interés de tu parte.

-¿Celoso?

-Mierda, vete al diablo.- mi hermanito querido solamente se reía -Esta en casa, durmiendo supongo.

-¿Y por que no la trajiste?- Cristo, este tipo de donde sacaba tantas preguntas.

-¿Esto es un jodido interrogatorio?- le pregunté.

Asintió.

Bastardo.

-Agh, ayer vomitó hasta su alma, y era muy temprano- dudé si dejar salir las palabras que tenía en mente -...necesitaba descansar- y aún así lo dije, que alguien cierre mi boca, por favor.

-Mucho interrogatorio por hoy, vamos que mamá nos está esperando.

* * * * * * * * * * * * * * * * * *
El viaje a casa de Martín fue tenso, ninguno habló, de vez en cuando Martín me daba una mirada, esas miradas que te leen el alma y me sentía jodidamente incómodo.

Nos adentramos en la casa y cuando iba por las cosas que quedaron en el carro, la mano de mi madre agarró mi muñeca. Me quedé perplejo ante su agarre y lo primero que salió de mi boca fue unas disculpas, no sabía si era suficiente para ella.

-Lo siento- me devolvió las disculpas a mi. -No fue tu culpa, andabas ocupado, lo entiendo.- las palabras se reproducían en mi cabeza.

-Pero...- solamente negó con la cabeza.

-No, no te eches la culpa, ya has sufrido demasiado.
Sus palabras hicieron que un escalofrío recorriera mi espina dorsal.
Por primera vez me he quedado sin palabras.

* * * * * * * * * * * * * * * * * *

Iba regresando a casa, no eran ni las diez y este día ya se estaba volviendo un dolor de cabeza.
Llegué a mi destino, pero antes de abrir la puerta de mi casa algo me detuvo.
¿Eso era un piano? Un delicado y bello sonido salía del piano y estaba acompañada de una voz melódica.

Soy más fuerte si estamos los dos
Va a rendirse el mundo entero
Yo contigo, tú conmigo

Cantaba la dulce vozCantaba.

Su canto era hermoso, en este momento no me molestaba que cantara alguna canción de la banda, sólo me concentraba en su voz, básicamente parecía una sirena, hipnotizando con su canto. Pero en su canto había algo más, se escuchaba dolor.
La curiosidad mató al gato así que me adentre a la casa y tire la puerta, el estruendo se escuchó como en tres cuadras.

Quería asustarla.

-¡Santa Mierda!- exclamó Lena.

-Cuida tu vocabulario Lena.

-Me vale culo el vocabulario cuando me acabas de meter el susto de la vida. ¿Seguro que no sacaste la puerta de su marco?- se veía enojada, lindo.

-Muy seguro ¿Tocabas piano?

-No, era YouTube.

-Mientes tan mal, Lena.

-¿Cómo sabes que estoy mintiendo?- se notaba en su rostro por favor.

-Tus orejas se ponen rojas cuando mientes, aparte sigues sentada en la silla que corresponde al piano.- se quedó perpleja mirándome.

-Tienes un gran punto, bueno, me ganaste, si andaba tocando el piano- sus hombros bajaron en derrota.

-Quiero seguir escuchando.- le dije

-Simón, no.

-Es una orden.- a veces me gustaba ser el jefe de ella, hacerle la vida imposible era divertido para mi.
Me dedico una mirada asesina.
Como siempre.
Sus manos se posaron sobre las teclas del piano y continuó con la canción de los minions.

-Quiero canto incluido.- arquee una ceja en su dirección.

-¿Qué? No, no canto- sus orejas se colocaron rojas de nuevo.

-Tus orejas Lena, cuida tus orejas.

-Mierda, basta.

Se volteó y siguió con su labor, el sonido del piano inundaba mis oídos, era hermoso.
Pero hubo un momento en el que se detuvo.

-¿Qué pasa?- le pregunté.

-Es que no recuerdo que acorde iba.- miró al piano con odio.

- A ver, hazme un espacio, no acapares toda la silla.
Me senté a su lado y mis dedos fluian en las teclas del piano.

-A ver, intenta con esta- le recomendé.

Y así lo hizo. Se veía tan hermosa mirando con concentración el piano.

Dios mío, ayudame.

-No me has cantado- le repliqué

Gruñó como respuesta.

Y comenzó, su voz angelical retumbó en mis oídos, me quedé anonado viéndola.

Y aunque quieran quitarme la voz
Yo pegaré un grito al cielo
Soy más fuerte si estamos los dos

Pero todo se desmoronó cuando vi que una lágrima recorría su mejilla.

Mierda, lo sabía, sabía que en su canto había algo de dolor.

Yo contigo, tú conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora