Capítulo 18. Fortuna

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¡Corre! —gritaste al ver zombies que salían por los pasillos y que nos empezaban a seguir.

¿Cómo terminé así? Ah, claro, Isaac quería entrar a la casa embrujada de la kermesse. Obviamente terminé diciendo que sí y aquí me tienen, agarrándolo del brazo y corriendo de todo lo que salga de los cuartos de la casa.

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Al salir, vamos a unas bancas para recuperar el aliento. Éste fue el ejercicio de todo el año.

Pasaron alrededor de diez minutos y le seguimos con más juegos: montañas rusas, sillas voladoras, tazas giratorias, martillos... En todos pasaban cuatro cosas:

1. Reía a todo pulmón. ¿De qué? Buena pregunta, yo no tengo idea. Tal vez nervios.

2. Intentaba gritar pero de mi boca no salía ni un sonido.

3. Gritaba (ahora sí).

4. Cerraba los ojos.

Cuando el sol se estaba poniendo fuimos a la Rueda de la Fortuna. Nos dejaron arriba un rato, justamente cuando el cielo se veía naranja. No hubo palabras, risas o gritos. Silencio total. Nos miramos una que otra vez a los ojos, pero siempre regresábamos a ver el atardecer.

Júntate un poco.

¿Para qué? —digo extrañado.

Tomarnos una foto.

Me acerco a él, la toma y nos la quedamos viendo.

Es perfecta.

Darling, DarlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora