Capítulo 38. Paradisus

22 3 11
                                    

Llegamos a la recámara y de su maleta saca una pequeña cajita envuelta.

-Ábrelo.

-Isaac... yo no traje regalos.

-Shh. Está bien, tú sólo ábrelo.

Tiro del listón y quito la envoltura con cuidado. La caja queda descubierta y la abro.

-¡No!

Un collar con una figura de un zorro de cristal se encuentra dentro.

-Sí.

Él lo saca y me lo pone.

-¡Gracias, Isaac! Gracias, gracias, gracias. -Lo abrazo con toda la emoción del mundo.- ¿Cómo sabías que lo quería?

-Te vi en el festival. Me esperé a que avanzaras un poco y me lo llevé.

-Qué detallista.

-Siempre lo soy. -Me guiña un ojo. Dios, si lo vuelve a hacer me derrito.

Nos quedamos hasta tarde viendo una película que había descargado en Netflix. Luego, quiso que le pusiera un álbum, el que más me guste y yo, en este momento, traigo pegado el de Ultraviolence (de Lana del Rey). Lo puse y sólo nos quedamos disfrutando de la música, hasta que no pudimos más y nos quedamos dormidos, él abrazándome otra vez y más nieve cayendo afuera.

La cabaña podría sentirse fría, pero en ese momento, éramos los seres más cálidos.

------------------------------

Horas más tarde

Abro los ojos. Él sigue dormido, su brazo todavía descansaba en mi abdomen, se encontraba tranquila su respiración. No me muevo mucho, pero la necesidad de ir al baño me estaba ganando, así que lentamente me fui levantando y fui.

Me encontraba alegre. Podría estar algo roto por dentro, pero él hacía que todo volviera a estar bien. Salgo, me siento en la esquina de la cama y él sigue ahí, descansando profundamente, hasta que el sol comenzó a cubrir su cara y abrió los ojos.

-Buenos días. -Sonríe, todavía medio dormido.

-Hola, hasta que se levanta el señor.

La mañana había sido muy simple. Todos estábamos desvelados, cansados y unos con resaca. Desayunamos recalentado, todos miramos películas navideñas sentados en el sillón y hasta en la tarde fue cuando empezamos a jugar juegos de cartas y dominó.

-Cole -llama Isaac- ¿vamos al jacuzzi?

-Claro. -Nos levantamos de la mesa y fuimos a prepararnos.

Otra vez sólo estábamos en ropa interior, dentro de aquella tina con agua caliente y espuma llegando hasta los hombros.

-Mañana regresamos a casa.

-Lo sé, pero estuvo bien, ¿no crees? -Le digo.

-Sí, es sólo que... fue divertido.

-Efectivamente. -Junto y tomo un poco de espuma, se la pongo en el cabello.

-Pero mira, vamos a poder ir al centro... luego vamos otra vez a patinar, pijamadas, fiestas. -Toma más espuma y me la pone simulando una barba. Quedamos frente a frente.

-Pues a ti es el que te invitan a las fiestas, Mr. Popular.

-Te recuerdo que estuviste en la última a la que fui. -Siento cómo su mano trata de encontrar la mía.

-Fueron las influencias de Dalia.

-Tal vez.

-Es totalmente cierto.

-Lo sé, chicos como tú prefieren ver las estrellas a medianoche.

Me quedo sin palabras. No sé cómo seguir con esta conversación. Isaac se está acercando mucho más a mí. Sé que es malo, pero hay un ser dentro de mí que quiere conocer el jardín del Edén, que quiere sentirse en las nubes.

Su mano ya encontró la mía y la otra mano se encuentra rodeando mi cuello. Puedo sentir su aliento cálido.

El agua se calma por completo durante un momento.

Cierro los ojos. Siento como sus labios se encuentran con los míos y viajamos a otra galaxia. Estamos flotando. Su mano baja a mis delgados brazos y yo pongo mis manos en su espalda.

Delicadamente, aprieta con sus labios mi labio inferior y seguimos ahí, sin que nada importase por un eón. El cosquilleo vuelve a mí.

Por falta de aire, nos separamos y me veo con un Isaac sorprendido, aterrado, feliz y petrificado. Yo me siento sonrojado hasta más no poder.

Él se acuesta de un lado y yo me pongo en él, me abraza con sus brazos y piernas y nos quedamos ahí, más tranquilos que una pequeña lluvia de verano. Tal vez él es el indicado.

A eso de las 4 PM nos levantamos y nos pusimos ropa para empezar a limpiar lo de anoche. De repente, sentía que él se alejaba, pero tal vez era un poco de pena por lo que pasó.

Me agaché para recoger un vaso que estaba en el suelo, él estaba por ahí y de un momento a otro, siento como me da un arrimón. Ya volvió a la normalidad.

¡Oye!

Ja, ja, ja —enormes carcajadas le salen— perdón, era inevitable.

Se echa al suelo para seguir riendo. Me tumbo sobro él y ahí estábamos los dos riendo.

La cabaña quedó finalmente limpia hasta las 11 PM. Ya nadie quería hacer algo, estábamos exhaustos.

Lo único que hicimos Isaac y yo fue ver el cielo nocturno, acostados en el suelo y a través de la venta de nuestra recámara. Siento cómo su mano baja por mi brazo hasta encontrarse con la mía y así nos quedamos viendo los hermosos astros que brillaban más que nunca.

Darling, DarlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora