15. Me estaba volviendo loco de remate

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*Triple actualización. Tenéis un capítulo nuevo antes de este*

Maratón 2/3

No me podía creer que Víctor me dijera de presentarme a Irene Espinosa

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No me podía creer que Víctor me dijera de presentarme a Irene Espinosa.

De hecho todavía no conseguía asumir que la conociera, y más a ese nivel de tener una foto con su hija. Me sentía igual que a un niño cuando le ofrecen a llevarlo a Disneyland, solo me faltaba comenzar a dar saltitos por la habitación de un lado a otro.

—No entiendo tus nervios —masculló Marta, tirada sobre mi cama—. Yo ya conozco a Irene, es una chica maja, muy guapa y todo eso, pero pensé que eras gay.

Puse los ojos en blanco al escucharla.

—No todo se reduce a eso, prima —protesté—. Espero que algún día lo entiendas.

—¡Eh! Qué solo me llevas cuatro años —exclamó—. Y soy la más madura de mis amigas.

Me hizo gracia su comentario, pero no me reí. Estaba demasiado nervioso, y ya no solo por conocer a la autora de El misterioso Khan y todo lo que ello implicaba, sino por Víctor. Después de la conversación con Gema me había decidido a echarle valor a la situación, afrontar las cosas y averiguar qué estaba pasando entre nosotros.

Sabía que me costaría dar el paso, y no porque me diera vergüenza hacerlo, sino porque simplemente Víctor era de otro modo. Jamás podría actuar con él como lo haría con cualquier otro, ni se me pasaría por la cabeza.

Me quité la camiseta y busqué con la mirada alguna camisa digna dentro del armario. Algo que pudiera parecer medianamente decente para una cena así —ni muy elegante, ni muy informal—.

—Guau, sí que estás bueno —murmuró Marta desde la cama. Al escucharla me di la vuelta y le tiré la camiseta, para que dejara de decir tonterías.

—Ven, ayúdame. ¿Cuál te gusta más? —Le mostré las dos opciones que considere más ajustadas a la situación: una negra y otra azul, totalmente lisas. Nunca fui de camisas floreadas ni nada por el estilo, aunque sí que tenía un par de ellas más informales, las cuales por motivos obvios deseché rápidamente.

—Pues no lo sé —dudó—. La azul es como más de intelectuales. La negra la veo más de tíos buenorros, y tú lo eres, pero como la cena es más en modo intelectual que física... ¿no? —Elevó las cejas de forma pícara.

Me comencé a desesperar, moviendo las camisas de un lado para otro sin saber qué diablos ponerme. Por un momento me sentí tentado en pedirle asesoramiento a Gema, aunque conociéndola su respuesta podía llegar a ser todavía más ambigua que la de Marta, metiendo todavía otra camisa en juego. Y yo no me podía permitir eso.

—Perfecto, la azul —sentencié, poniéndomela con rapidez. Tras esto agarré una chaqueta negra, no era de las que más abrigaban, pero serviría.

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