33. Me estaba volviendo adicto

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Ya no había dudas: me había enamorado hasta las trancas

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Ya no había dudas: me había enamorado hasta las trancas.

Me giré hacia él, observando su respirar constante, y sonreí al instante sin siquiera proponérmelo. Acerqué mi mano derecha hasta su rostro y lo acaricie sin pensarlo. Me percaté de que reaccionaba ante mi contacto, moviéndose algo incómodo, y por no despertarlo dejé de hacerlo. Me aparté un poco hacia un lado y seguí observándolo como un acosador.

Quería grabarme su imagen en la retina porque no estaba seguro de si podría revivir esto muchas veces más.

La música desde la cocina me sacó por completo de situación. Busqué a tientas mi teléfono móvil, y no fue hasta ese momento cuando fui consciente de la hora que era.

Me levanté con cuidado de que Víctor no se despertara para vestirme. Me coloqué el pelo todo lo que pude antes de salir de la habitación.

Tan pronto puse un pie fuera la música me perforó los tímpanos. No tardé en ver a Rocío moviendo las caderas con mucha clase, un arte que ya había podido apreciar en primera plana unos cuantos días atrás.

—Oh, ¡qué sorpresa! —exageró al verme.

En ese momento sentí como se me subían los colores como un adolescente al sentir su mirada sobre mí. Aproveché que se giró para atender algo para negar con la cabeza, como intentando centrar mis ideas.

—Buenos días —le dije en respuesta acercándome a ella—. Tú sí que tienes marcha por la mañana.

Se rio, moviendo las caderas al ritmo de la canción que se oía por toda la casa.

—¿Ves? Esto sí que es buena música —replicó, haciéndome reír.

Me lo merecía por haberle robado el mp3 a Marta aquella mañana.

—¿Qué es eso que huele tan bien? —pregunté, intentando cambiar de tema.

—Soy yo —me respondió con coquetería, elevando las cejas de un modo que me hizo gracia—. Pero no creo que a Víctor le gusten estos halagos mañaneros hacia mi persona.

Se acercó a mí y con un pequeño golpe de cadera me obligó a seguirle el ritmo. Me reí pero me moví con ella.

—No tengo ningún tipo de problema. —Escuché que decía detrás de mí con voz ronca. Me estremecí al escucharlo—. Sois tal para cual.

Se rio al vernos. Me giré hacia él, viendo como se acercaba a la mesa y se dejaba caer en una de las sillas que la rodeaban.

—Oh, veo que hoy no te levantas tan gruñón como de costumbre —replicó Rocío, con un tono que no me gustó en absoluto.

Si era tan parecida a Gema como creía, a Víctor le esperaba una buena dosis de preguntas después de esto. Me intenté disculpar con la mirada, pero él estaba demasiado ocupado fingiendo molestia por las palabras de su amiga.

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