Hacía frío pero estaba absolutamente a gusto bajo mi edredón nórdico, en mi rinconcito de paz y mi microclima, sino fuera porque de nuevo me estaba taladrando con su música. Nunca llegué a entender la energía que tenía esa mujer desde el mismo instante en el que se levantaba, cuando yo necesitaba una buena taza de café cargado para siquiera recordar mi nombre.
Me levanté —a regañadientes— porque ya no podía demorarlo más. Rocío cada vez iba subiendo más el volumen y sabía que lo siguiente era entrar a mi cuarto y cantar como una posesa.
—¡Hombreeeeee! —celebró Rocío que saliera de mi habitación con mi habitual cara de sueño—. Por fin se ha despertado mi "Pitufo dormilón".
Gruñí y entrecerré los ojos mostrándole mi mejor cara de odio para que le quedara claro que no me gustaba nada aquello.
—Escucha, escucha, escucha... —Me hizo una señal con el dedo en su boca para que me callara, como si yo la hubiera interrumpido en algún momento—. ¡Me encanta esta canción! «Que yo me lleno de vida cuando tus ojos me hablan, cuando tu boca me mira, cuando tus piernas me agarran...».
Se puso a cantar y a bailar como una loca, como siempre hacía cuando sonaba Chambao, así que decidí no seguir escuchándola y me fui al baño. De verdad que envidiaba su energía.
Cuando salí fui directo a por el café, intentando ignorar los golpes de cadera que me daba mi amiga al ritmo del estribillo y sin dejar de decir: «te como, te como, cómeme», aunque lo cierto es que no pude evitar sonreír con sus tonterías. El primer sorbo de café me supo a gloria, y poco a poco noté como mis neuronas comenzaron a activarse. Rocío bajó un poco el volumen cuando terminó la canción que tanto estaba disfrutando y se sentó a la mesa, haciéndome un gesto con la cabeza para que hiciera lo mismo.
—Buenos días, Pitufo gruñón.
Alcé una ceja y sonreí brevemente.
—Hace un momento era otro pitufo distinto, tendrías que aclararte.
Ella rio con mi comentario. Una sonrisa amplia y sincera que siempre tenía conmigo, me guiñó un ojo y bebió de su café, acto que yo imité, volviendo a hacer un sonido de satisfacción.
—En verdad que este es un brebaje mágico para ti, ¿eh? No eres nadie antes de tomarte un café, y no te creas que es buena esa dependencia que tienes, que lo sepas.
—Perdóname la vida, pero no todo el mundo es capaz de tener el chispazo que tú tienes. Estaba muy tranquilo y calentito cuando tus berridos me han sacado de mi cama.
—Te encantan mis berridos. De hecho, seguro que te despiertas así de gruñón porque sabes que no tienes ninguna posibilidad conmigo y eso te carcome por dentro.
Solté una carcajada.
—¡Eeeeh! Me voy a sentir ofendida con esa risotada. ¿Acaso digo alguna mentira?
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El mejor error
RomanceHéctor es un escritor bloqueado que decide cambiar de aires y de ciudad, huyendo de sus problemas. Víctor es un matemático algo frustrado que pasa el tiempo entre el trabajo y sus amigos sin ganas de complicarse la vida. La casualidad hace que sus...