28. ¡Venga ya! ¡Es un mierda!

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La iba a matar, era definitivo

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La iba a matar, era definitivo. Me iba a quedar sin mi mejor amiga pero no podía hacer otra cosa. Eran poco más de las nueve de la mañana y, a pesar de ser mi día libre, estábamos en la tetería para desayunar después de que pasáramos por su casa para que se diera una ducha y se quitara el horrible olor a tabaco. Tanto Héctor como yo necesitábamos meter algo de comida en el cuerpo antes de tratar de descansar un poco. La noche en vela y la preocupación comenzaba a pasar factura.

Cuando Nacho me preguntó que dónde estaba no se me pasó por la cabeza en ningún momento que se aparecieran aquí. Venía con Irene y con Nadia, a la que miré con mi mejor cara de odio y, aunque me pareció genuinamente arrepentida no me importó. Se acercó a mí y la seguí con la mirada poniéndome de pie para atajarla antes de que llegara.

Nacho e Irene me saludaron con una mirada y se sentaron sin más, quedando frente a Héctor.

―Ya te vale ―susurré para que solo ella me escuchara, pero no sabía si lo estaba consiguiendo realmente.

―No se lo dije con intención ―se excusó, usando el mismo tono que yo―. Le hice una consulta hipotética e insistió en saber el caso al completo. Se estaba cabreando un montón creyendo que me pasaba a mí. ―Hizo una mueca con la cara.

―Me importa una mierda, le hubieras dicho que sí...

―A ver, niños ―interrumpió Nacho lo que le iba a decir―. Intentad no interrumpir la clase, por favor.

Apreté los dientes hasta casi hacerme daño para no decirle justo lo que estaba pensando en ese momento. Me acerqué el paso que tenía hasta la mesa y miré entonces a Héctor, pasando completamente de los demás.

―Héctor, si quieres vámonos. No tienes que...

―Héctor sí tiene que ―me interrumpió de nuevo Nacho en esa ocasión con semblante más serio.

Volví a fruncir el ceño sintiéndome un niño regañado. Pocas veces hablaba con esa voz y no dudaba que estaba en modo abogado conmigo. Me quedé allí de pie, estático, y solo pude observar cómo se dirigió directamente a Héctor y tal vez fuera cosa mía, pero creí percibir que se hacía pequeño. Odié en ese momento la situación en la que yo mismo lo había metido por haber hablado con la que pronto sería mi ex mejor amiga.

―Héctor, lo siento. Sé que te estamos poniendo en una situación delicada...

―Situación delicada ―susurré bufando, menudo eufemismo se había marcado.

Se calló mirándome con disgusto por haberlo interrumpido, pero un instante después volvió a lo suyo.

―Decía, antes de que enano gruñón me interrumpiera ―Lo miré con los ojos entrecerrados y Nadia disimuló una risa con una falsa tos. Ella también se había quedado de pie, al lado de su hermano, casi buscando su protección. Yo por mi parte aún no decidía a quién quería matar antes―. Que sé que te estamos poniendo en una situación de mierda, pero es lo que hay.

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