Un nuevo día y, lejos de lo que esperaba, me sentía extrañamente feliz.
Como todavía tenía un ratito para mí hasta el momento en que había quedado con Nacho, decidí acompañar a Gema hasta la parada del autobús que la llevaría a la estación.
Aprovechando que Miguel ya conocía mi ubicación, nos hicimos un selfie por el camino y lo compartí en mi Instagram de escritor, ya que el privado lo tenía un tanto abandonado, y en el fondo quería presumir de mejor amiga con el mundo.
«No puedo estar mejor acompañado»
Sonrió ampliamente cuando le llegó la notificación y se acercó para estamparme un sonoro beso en la mejilla.
—Ay, Héctor. Te voy a echar tanto de menos —dijo, abrazándome como si no me fuera a ver en cuatro años.
Me reí por su dramatismo.
—Eres una exagerada —protesté entre risas, intentando separarme de ella—. En unos días, una semana como mucho, ya nos volveremos a ver. ¿Crees que te vas a librar de mí tan fácil?
Vi como torcía los labios, disconforme con mis palabras, antes de volver a caminar hacia la parada del bus.
—Víctor me gusta —comenzó a hablar después de un breve silencio—. Es el mejor novio que tuviste hasta ahora.
—No es mi novio, peque —la corregí rápidamente, intentando que mi mente no comenzara de nuevo a divagar.
—Oh, venga ya —fue su turno de protestar—. ¿El niño necesita una pedida de mano oficial para que se genere la etiquetita? Por esa regla de tres yo estoy soltera.
Me quedé estático, observándola como si estuviera loca de remate. Me parecía demasiado fuerte que estuviera comparando ambas relaciones. Entreabrí los labios para protestar cuando se me adelantó.
—Sí, sé lo que vas a decir, pero también vivía contigo. Oh, cariñín, ¿tú y yo también somos novios? —Se giro hacia mí, haciéndome ojitos, antes de soltar una fuerte carcajada—. Y no me vengas con eso de que no es lo mismo porque yo sé que no es lo mismo... ¡Mierda! Tendría que haberte dejado hablar y así me dabas la razón. ¡Qué tonta!
Se dio un pequeño golpe en la cabeza, lo que me hizo reír y olvidarme por un momento de las tonterías que estaba soltando por la boca.
—¿En qué siglo vives, Héctor? Son cosas que surgen sin más. —Soltó una fuerte bocanada de aire antes de proseguir—. No lo conozco tanto como a ti, pero se nota que le gustas —me confesó sonriente—. Sé que no suelo ser la más avispada del mundo para estas cosas, pero creo que antes de volver a Madrid tendrías que tener una conversación con él.
Aunque era algo en lo que no quería pensar demasiado, asentí.
—Eso sí, cuando tengas dudas llámame. Cuando pienses en quedarte a vivir en Málaga, porque esa duda te abordará, ponte en contacto conmigo para que te lo quite de la cabeza. ¿Entendido?
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El mejor error
RomanceHéctor es un escritor bloqueado que decide cambiar de aires y de ciudad, huyendo de sus problemas. Víctor es un matemático algo frustrado que pasa el tiempo entre el trabajo y sus amigos sin ganas de complicarse la vida. La casualidad hace que sus...