32. Dime que es un error

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Había sido un viernes agotador

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Había sido un viernes agotador. Siempre era lo mismo: tras un día de intensa lluvia no nos podíamos resistir a tirarnos a la calle con el primer rayito de Sol, como si nunca antes lo hubiéramos visto. Eso significaba mucha gente y mucha venta, por tanto mucho y cansado trabajo. No me quejaba, porque eran necesarios días así, de hecho por mí podrían ser todos igual pues me gustaban bastante más que los que no venía nadie, que solía estar aburrido de no hacer nada.

No obstante, a pesar de todo el cansancio que podía tener, nadie podría evitar que saliera a cenar con Héctor. Me había invitado esa misma mañana, quería celebrar conmigo su libertad, como él mismo había bautizado a su nueva situación sin la editorial de Miki de los cojones.

Estaba tan contento por ello que ni loco le hubiera dicho que no, así que estaba terminando de arreglarme para ir a recogerlo. No sabía a dónde querría ir y qué quería hacer, pero yo simplemente me dejaría llevar y disfrutaría como solía hacer siempre que estaba con él.

Habíamos quedado en que lo recogería donde alguna que otra vez lo había dejado para así no tener que aparcar. Ya estaba esperando cuando yo llegué. Lo vi dando pequeños saltitos sobre el sitio, seguramente intentando no sentir el frío que hacía en la calle.

Cuando vio mi coche sonrió, de aquella manera que me tenía loco. No podía ser más guapo ni más atractivo que cuando se le veía con aquella expresión. Me descubrí a mí mismo prometiéndome que siempre que pudiera ayudaría a que sintiera esa paz y felicidad que parecía tener en ese momento.

—Hola, guapetón —me dijo entrando en el coche.

Se acercó hacia mí y me dio un breve beso en los labios.

—Hola a ti también —le respondí con cara de idiota. Sacudí la cabeza levemente para aclararme las ideas—. En fin, ¿dónde quieres que vayamos? ¿Tienes algo pensado?

—Puessss —comenzó haciéndose el interesante—. No sé si conocerás un sitio llamado Alvaluz.

Abrí la boca no creyéndome aquello.

—¡Qué dices! ¡Claro que lo conozco, es mi sitio favorito!

Escuché su carcajada y me quedó claro que sabía aquella información mucho antes de que yo se la dijera. Arranqué el coche y me puse en marcha, con muchas ganas de que él conociera el lugar.

—¿Cómo sabes del Alvaluz? ¿Acaso ahora eres un acosador?

—¡Por supuesto! —contestó con una carcajada—. Ha sido mucho más fácil que si hubiera registrado en tu basura, Irene parece saber cosas de ti.

Entonces me reí yo.

—Irene sabe de todo, es una mujer muy sabia. —Por el rabillo del ojo vi como asentía.

Fuimos hablando todo el camino. Era fácil y natural, no hacía falta llenar los espacios en blanco, simplemente hablábamos cuando nos apetecía y en otros momentos nos dejábamos envolver con la música.

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