17. ¡Esta generación es el futuro!

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¿Por qué tenía que ser tan jodidamente difícil pasar de capítulo? Sentía que me había quedado totalmente estancado, en esa parte de la novela donde nada tiene ya sentido, donde los protagonistas ya no pintan nada

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¿Por qué tenía que ser tan jodidamente difícil pasar de capítulo? Sentía que me había quedado totalmente estancado, en esa parte de la novela donde nada tiene ya sentido, donde los protagonistas ya no pintan nada. La trama terminada por un trágico final, y únicamente los haces vagar y vagar para seguir sumando palabras. Palabras vacías, sin más sentido que el de llenar páginas sosas y sin fundamento.

En ese punto me sentía yo. Perdido y sin saber qué diablos hacer con mi vida.

Nunca se me dio nada bien afrontar los problemas. Cuando era niño me decían que era un cobarde que no era capaz de admitir una derrota, y cada año que pasaba me daba cuenta de que, posiblemente, tuvieran razón.

Lo único que quería era escaparme, huir lejos de las dificultades. Pero estaba harto de repetir el mismo patrón una y otra vez. Siempre que algo iba mal en mi vida, pasaba página, lo dejaba a un lado y me centraba en otra cosa.

Sentir el frío de la mañana, respirar el aroma del mar y soltar toda la adrenalina que llevaba dentro deberían de ayudarme, o esa era mi intención cuando me enfundé en unos pantalones de deporte y una sudadera para perderme por Málaga. Ni me molesté en preguntar a dónde podía ir. Me daba igual.

Comencé a correr siguiendo mis propios instintos y, sin saber cómo, llegué a la playa. Respiré con ansiedad, ya que siempre me había encantado el aroma del mar. Troté durante un buen rato sin destino fijo, consiguiendo precisamente lo que me había propuesto: no pensar. Con la mente prácticamente en blanco, me dejé llevar.

—¡Hey, Primo! —me giré involuntariamente al escuchar ese apodo. Ya me estaba acostumbrando a que me llamaran así.

Sonreí vagamente cuando aprecié una cara conocida acercándose hacia mí. Llevaba el pelo atado en una coleta alta y, sin duda alguna, un rostro mucho más relajado que el mío.

—¡Qué casualidad! —exclamó, acercándose a darme dos besos.

Le respondí de la misma forma. Intenté sonreír de nuevo, aunque sabía que todo se quedaría en un gesto demasiado extraño. Aun así ella no dijo nada en ningún momento.

—¿Corremos juntos? —Asentí como respuesta. Aunque me apetecía estar en soledad, no quería quedar como un maleducado.

Dejé que ella fuera marcando el ritmo. Se colocó tan solo uno de los auriculares y en ese momento recordé que yo llevaba el mp3 de Marta, por lo que hice lo mismo que ella.

No coincidía mucho con mi prima en lo que a gustos musicales se refiere —ni en ningún otro punto posiblemente—, así que bajé el volumen al mínimo. Realmente con que impidiera que los pensamientos me saturaran la cabeza, servía.

—¿Qué escuchas? —preguntó después de un rato, aunque antes de que pudiera responderle ya me había quitado un auricular. Tan pronto se lo acercó a la oreja dibujó un gesto de desagrado, tal que no pude evitar soltar una fuerte carcajada—. ¡¿Esto qué es?!

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