4. Los peores espías del mundo

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Se durmieron.

A las ocho de la mañana, Roxane y William se fueron a trabajar, y más tarde, a las nueve, Remus se despertó y salió a hacer la compra. Se marchó con Pepper bajo un hechizo de invisibilidad para tener algo de ayuda, dejando la casa en silencio.

Nadie volvió abrir los ojos desde que se fueron.

Así que allí estaba el pobre Jonathan, con su maleta y la de sus padres, que vendrían por la tarde. De pie, solo, frente a la casa que acababa de aparecer ante él, se sentía como un tonto. Había llamado a la puerta varias veces, y nadie le había abierto. Y eso que Roxane prometió que al menos Lucy estaría despierta.

No tenía más opción que al timbre, que tenía un sonido largo, extraño y realmente feo.

—¡Monstruos! ¡Híbridos! ¡Traidores de sangre!

Lucy abrió los ojos de golpe, y se levantó de un brinco.

Cómo lo sabía —dijo Pelos.

Rápidamente, Lucy se calzó las zapatillas. Salió al pasillo y bajó las escaleras como un rayo. Allí encontró a Sirius, descalzo y en pijama, asomado desde la puerta de su habitación.

—¿Qué pasa? —preguntó rascándose un ojo.

—Jonthan —dijo Lucy.

—¡Ostras, es verdad! —exclamó Sirius bajando a todo correr las escaleras detrás de ella.

Llegaron al siniestro vestíbulo, donde el retrato de la madre de Sirius tenía las cortinas descorridas, y no dejaba de gritar.

—¡Sangre sucias! ¡Seres inmundos! ¡Traidores perturbando la casa de mis padres! ¡Malditos sean todos!

Lucy y Sirius agarraron las cortinas y tiraron de ellas costosamente hasta que las corrieron por completo. Era más difícil de lo que ella había pensado.

Respirando con algo de agitación, Lucy cruzó el pasillo y abrió la puerta.

—Buena siesta te has echado.

Lucy rodeó los ojos y le sacó la lengua. Frotó su nariz contra la de Jonathan.

—¿Qué te ha pasado en el ojo?

—Pues... es largo de contar. Digamos que a Raftam no le gusta oír verdades salidas de mi boca.

—¿Te ha pegado? —la nariz de Lucy enrojeció—. Menudo maritcka.

—Sí, ya. Pero se ha quedado sin Marcus. Digamos que ahora él y yo somos amigos.

Lucy le invitó a pasar, ayudándole con las maletas.

—¿Y el abnuck y la abba? —preguntó Lucy en voz baja, para no despertar a la señora Black.

—Se van a reunir con el profesor Dumbledore —explicó Jonathan, observando las mugrosas paredes—. Les va a proporcionar un apartamento para...

Se calló cuando se fijó en las cabezas de elfos domésticos. Las señaló con espanto, pero Lucy le tapó la boca antes de que diera algún grito.

—¡Shh, no chilles! Aquí no se puede.

Sirius apareció bajando las escaleras. Ya tenía unas zapatillas puestas. En cuanto Jonathan se percató de su presencia, soltó la maleta y se llevó la mano al puñal que tenía atado a la pierna, mirándole con inseguridad. Había cosas que aún no entendía.

Lucy le agarró de la muñeca, mientras Sirius levantaba las manos a modo de rendición.

—¿Qué tiene esta familia con amenazarme con puñales? —se quejó.

Lucy Weasley y la Orden del Fénix ✔️ [Lucy Weasley III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora