39. Lucy Weasley y Marcus May son unos lloricas

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Lucy despertó en la cama de la enfermería de Hogwarts. Aún le dolían la cabeza, el pecho y las manos. La enfermera Pomfrey había desinfectado y vendado sus heridas; las manos y la frente no tardarían en sanar, pero el corte del pecho era profundo, y quedaría una cicatriz grande.

Sabía que habían llegado al castillo a las tantas de la madrugada, pocas horas antes del amanecer, y en cuanto la señora Pomfrey terminó con ella, Lucy había caído rendida y había tardado poco en dormirse. Sorprendente, no había soñado nada, o al menos no lo recordaba.

Miró la sala, que estaba a oscuras; había pasado todo el día durmiendo, y ya había anochecido de nuevo. Observando, distinguió la silueta de Hermione, dormida en la cama de su derecha, y la de Ron, en la siguiente. No había rastro de Neville, ni de Ginny, de Luna. Sin embargo, a los pies de su cama, a la izquierda, había alguien sentado en una de las cómodas sillas de la enfermería, con la cabeza apoyada en una mano, adormilado. No podía ser Neville, porque era más menudo, y tampoco podía ser Harry, porque era más alto. Lucy pudo distinguir a duras penas que llevaba una camiseta morada con un símbolo en el pecho.

«El símbolo de la Mensajería.»

A duras penas, se incorporó ligeramente, sintiendo pinchazos en el pecho y en las manos apoyadas contra el colchón.

-¿Jonathan? -dijo en voz baja para no despertar a Ron y a Hermione.

La silueta irguió pesadamente la cabeza, y entonces se levantó de la silla, acercándose a la luz de la ventana.

-¡Lucy, no deberías estar en esas posturas! -susurró Marcus May, colocando la almohada para que Lucy se apoyase en ella. La chica se sintió muy confundida.

-¿Marcus? -preguntó-. ¿Qué haces aquí?

El chico la ayudó a Lucy a acomodarse sobre la mullida almohada. Con sigilo, se sentó al borde del colchón y la miró con su ojo izquierdo verde y el derecho marrón.

-Alvar pidió voluntarios para entregar unos mensajes muy importantes a Dumbledore, y yo me ofrecí -respondió, mirándose las manos-. Quería ir Jonathan, pero con todo lo que ha pasado, estaba fatal.

-¿Se encuentra bien?

-La noticia le ha dejado hecho polvo... Lo siento mucho por tu tío Sirius, Lucy.

Ella buscaba la mirada de Marcus, pero él no la miraba a los ojos, sino más bien a la barbilla.

-¿Sabías todo esto? -le preguntó-. ¿Sabías la verdad?

-Jonathan me lo contó tras la noticia del escape masivo de Azkaban. Entonces decidí unirme a la Orden. No hago mucho, porque mi madre no me deja, pero sí que estoy al tanto de algunas cosas y hago trabajillos. Principalmente envío cosas.

Se quedaron en silencio. A Lucy volvió a invadirle la tristeza otra vez, pero había llorado tanto que no le quedaban más lágrimas. Estaba muy cansada; necesitaba despejarse, pero no sabía cómo. Miró a Marcus, cuyos ojos observaban a Hermione y a Ron, profundamente dormidos.

-Sois muy valientes -murmuró-. No creo que yo hubiera sido capaz de hacer algo así.

-Por amigos de verdad, uno es capaz de hacerlo todo -replicó Lucy, suspirando, y agachó la cabeza.

«Aunque esto podría haber sido un genocidio más que una locura de amistad.»

-Yo sólo tengo uno -observó Marcus.

-Y me alegra -dijo Lucy-. Yo era la única amiga que Jonathan tenía en Feirra. Ahora, cuando yo me pase por allí, tendrá dos.

La pelirroja sonrió débilmente. Sabía que May en realidad era un buen chico, y parecía haberlo demostrado cuando dejó de juntarse con David Raftam.

Lucy Weasley y la Orden del Fénix ✔️ [Lucy Weasley III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora