27. El permiso

1.1K 117 67
                                    

La mente de Lucy estuvo bastante ausente durante los días siguientes. Se la notaba distraída, algo preocupada, mucho menos enérgica de lo normal. Los gemelos se acercaban a ella normalmente para tratar de animarla, haciendo chistes, bromas, y contando las cosas que pretendían hacer para fastidiar a la profesora Umbridge. Lucy reía, pero de algún modo, no era lo mismo.

—¿Y si no vuelve a ser la de antes? —susurró Hermione una mañana, mientras la veían desayunar.

—Volverá —le aseguró Ron—. No sé cómo, pero volverá a ser la que era.

—Tal vez no del todo —repuso Harry—. Pero... Ojalá tengas razón, Ron.

El puñal que Lucy había clavado en la mesa de Gryffindor seguía allí, aún atravesando la fotografía de Dolohov, y nadie había tratado de sacarlo. Ni siquiera ella.

Estaba furiosa. Furiosa con Umbridge, por seguir con sus estúpidos decretos como si nada hubiera pasado; con el Ministerio, por haber sido tan idiotas como para confiar en los dementores; furiosa con Fudge, por cobarde; con los mortífagos, por haber escapado; furiosa con Lestrange, por torturar a los padres de Neville, con Dolohov, por hacerla pasar por aquello, por haber matado a su tía...

Pero sobretodo estaba enfadada con ella misma. Por no saber cómo lidiar con esa furia, por dejarse intimidar por Dolohov, por dejarse gobernar por Umbridge...

Había salido del castillo y volado hasta el límite del Bosque Prohibido. Aterrizó sobre la tierra seca y fría, y caminó lentamente hacia el interior.

Sus compañeros habían ido a Hogsmade, pero ella no tenía ninguna gana, de modo que se quedó en el colegio. Caminando entre los oscuros árboles, empezó a pensar en tantas cosas que al final, por alguna razón, se sintió agotada y enfadada. Se detuvo en un lugar donde los árboles formaban un muy pequeño claro, con dos rocas grandes a un lado, y dio una patada al suelo.

—¡Ahg! —gritó, agarrándose del pelo—. ¡Lo odio, lo odio!

Pero, ¿qué era lo que odiaba? ¿El cómo se sentía?

Sin pensar, sacó la varita y empezó a lanzar rayos sin ton ni son, dejando marcas en los árboles y haciendo saltar las ramas del suelo. Se detuvo un momento, respirando pesadamente, y empezó a caminar en círculos. Luego miró las dos rocas que había junto a un árbol, que debían tener la altura de Hermione. Con mandíbula apretada y nariz colorada, lanzó un rayo anaranjado con un brusco movimiento de varita, quebrando una de las piedras y haciéndola trozos más pequeños que cayeron al suelo con un estrépito sordo.

¿Por qué se sentía así? Ella sólo quería estar tranquila, pasar el rato con Harry y Hermione, molestar a Ron y a Pelos, reírse con los gemelos, charlar con Dean y Seamus, burlarse de Malfoy, pensar en Neville como una niña estúpida...

Quería que las cosas fueran como antes. Tan sólo durante un momento sería suficiente.

—Buen tiro.

Lucy se dio la vuelta bruscamente al escuchar aquel comentario.

—Profesor Dumbledore —dijo sorprendida.

¿Qué hacía allí el director? Seguramente fuera a echarla de ahí; no se podía entrar al Bosque Prohibido sin permiso.

Sin embargo Dumbledore caminó con lentitud, observando atentamente la piedra que Lucy acababa de partir.

—Desde luego, eres igual que tu padre —dijo con una pequeña sonrisa—. Cuando tenía furia acumulada, también se metía al bosque prohibido.

Lucy no dijo nada y se miró las botas, algo incómoda. No se esperaba poder encontrarlo por allí.

—¿Sabes, Lucy? —la chica levantó la cabeza. El director miraba a su alrededor con calma—. Cuando llegaste a Hogwarts, pensé que tu primera norma en romper sería la de no acercarse al bosque prohibido. Sin embargo me llevé una sorpresa al ver que fue la de no salir por la noche de la sala común. Aunque en el fondo sabía que no tardarías en hacerlo; al fin y al cabo, lo llevas en la sangre.

Lucy Weasley y la Orden del Fénix ✔️ [Lucy Weasley III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora