40. La tarjeta

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El viaje de vuelta a casa en el expreso de Hogwarts estuvo lleno de incidentes de todo tipo. En primer lugar, Malfoy, Crabbe y Goyle, que llevaban toda aquella semana esperando la oportunidad de atacar sin que los viera ningún profesor, intentaron tenderle una emboscada a Harry en el pasillo del tren. El ataque habría podido tener éxito de no ser porque, sin darse cuenta, decidieron realizarlo justo delante de un compartimento repleto de miembros del ED, que vieron lo que estaba pasando a través del cristal y se levantaron a la vez para correr en ayuda de Harry.

Cuando Ernie Macmillan, Hannah Abbott, Susan Bones, Justin Finch-Fletchley, Anthony Goldstein y Terry Boot terminaron de hacer una amplia variedad de embrujos y maleficios que Harry les había enseñado, Malfoy, Crabbe y Goyle quedaron convertidos en tres gigantescas babosas apretujadas en el uniforme de Hogwarts. Cuando Lucy y Ron se asomaron a ver el origen del alboroto, vieron a  Harry, Ernie y Justin los subiéndolos a la rejilla portaequipajes.

—Os aseguro que estoy impaciente por ver la cara de la madre de Malfoy cuando su hijo se baje del tren —comentó Ernie con cierta satisfacción mientras observaba a Malfoy, que se retorcía en la rejilla. Ernie aún no había superado por completo la humillación de que Malfoy le descontara puntos a Hufflepuff
durante su breve periodo como miembro de la Brigada Inquisitorial.

—En cambio, la madre de Goyle se llevará una gran alegría —terció Ron—. Ahora está mucho más guapo...

—Oye, Harry, el carrito de la comida acaba de parar en nuestro compartimento —comentó Lucy, que vestía la chaqueta negra de Sirius, su cinta roja y un pañuelo azul atado al brazo—. Si quieres algo...

Harry dio las gracias a todos y acompañó a Ron y a Lucy a su compartimento, donde compró un enorme montón de pasteles en forma de caldero y empanadas de calabaza.
Hermione estaba leyendo El Profeta otra vez, Ginny hacía un crucigrama de El Quisquilloso y Neville acariciaba su Mimbulus mimbletonia, que había crecido mucho en un año y emitía un extraño canturreo cuando la tocaban. Harry y Ron se entretuvieron casi todo el trayecto jugando al ajedrez mágico, y Lucy dibujaba a Pelos subido encima de cosas o apoyado en los hombros y los regazos de los demás, mientras Hermione leía en voz alta fragmentos de El Profeta.

El periódico estaba saturado de artículos sobre cómo repeler a los Dementores y sobre los intentos del Ministerio de localizar a los mortífagos, y de cartas histéricas en las que los lectores aseguraban que habían visto a lord Voldemort pasar por delante de su casa aquella misma mañana.

—Esto todavía no ha empezado —comentó Hermione suspirando con pesimismo, y volvió a doblar el periódico—. Pero no tardará mucho...

—Eh, Harry —dijo Ron en voz baja señalando al pasillo. Al oírlo, Lucy levantó la cabeza para mirar también.

Vio pasar a Cho Chang acompañada de Marietta Edgecombe, que llevaba puesto un pasamontañas. La mirada de Harry y la de Cho se cruzaron un momento. Cho se ruborizó y siguió andando. Harry dirigió de nuevo la vista hacia el tablero de ajedrez justo a tiempo para ver cómo uno de sus peones huía de su casilla, perseguido por un caballo de Ron.

—¿Qué tal os va a vosotros dos, por cierto? —preguntó Ron.

—No nos va —contestó Harry con franqueza.

—He oído decir que... ahora sale con otro —comentó Hermione.

Lucy se sorprendió al ver que el rostro y la mirada de Harry mostraban indiferencia.

—Mejor para ti, Harry —afirmó Lucy con convicción—. Mira, es muy guapa y todo eso, pero tú te mereces a alguien más alegre.

—Seguramente con otro ella estará también mucho más alegre —repuso Harry encogiéndose de hombros.

Lucy Weasley y la Orden del Fénix ✔️ [Lucy Weasley III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora