21. La historia de Hagrid

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- Venga, llama a la puerta - le susurró Lucy sentada en el hombro de Harry.

El azabache hizo caso, y dio tres golpes a la puerta de la cabaña.

Al caer la noche, Hermione había visto que de la cabaña de Hagrid surgía luz del interior.

- ¡Somos nosotros, Hagrid! - susurró Harry por la cerradura.

- ¡Debí imaginármelo! - respondió una áspera voz. Los cuatro amigos se miraron sonrientes debajo de la capa invisible; la voz de Hagrid denotaba alegría -. Sólo hace tres segundos que he llegado a casa... Aparta, Fang, ¡quita de en medio! - Se oyó cómo descorría el cerrojo, la puerta se abrió con un chirrido y la cabeza de Hagrid apareció en el resquicio. Hermione no pudo contener un grito -. ¡Por las barbas de Merlín, no chilles! - se apresuró a decir Hagrid, alarmado, mientras observaba por encima de las cabezas de los chicos -. Lleváis la capa ésa, ¿no? ¡Vamos, entrad, entrad!

- ¡Lo siento! - se disculpó Hermione mientras entraban apretujándose en la cabaña y se quitaban la capa para que Hagrid pudiera verlos -. Es que...

- ¡Madre! - exclamó Lucy -. ¿Qué te ha pasado?

- ¡No es nada, no es nada! - exclamó él rápidamente. Cerró la puerta y corrió todas las cortinas.

Hagrid tenía sangre coagulada en el enmarañado pelo, y su ojo izquierdo había quedado reducido a un hinchado surco en medio de un enorme cardenal de color negro y morado. Tenía diversos cortes en la cara y en las manos, algunos de los cuales todavía sangraban, y se movía con cautela; parecía tener alguna costilla rota.

Era evidente que acababa de llegar a casa. Había una gruesa capa negra de viaje colgada en el respaldo de una silla, y una mochila donde habrían cabido varios niños pequeños apoyada en la pared, junto a la puerta. Hagrid fue cojeando hasta la chimenea y colocó una tetera de cobre sobre el fuego.

- ¿Qué te ha pasado? - le preguntó Harry mientras Fang danzaba alrededor de los chicos.

- Ya os lo he dicho, nada. ¿Queréis una taza de té?

- ¡Vamos, Hagrid! - le espetó Ron -. ¡Si estás hecho polvo!

- Os digo que estoy bien - insistió Hagrid enderezándose y volviéndose para mirarlos sonriente, sin poder disimular una mueca de dolor -. ¡Vaya, cuánto me alegro de volver a veros! ¿Habéis pasado un buen verano?

- ¡Hagrid, te han atacado! - dijo Lucy levantando la voz.

- ¡Por última vez, no es nada! - repitió Hagrid con rotundidad.

- ¿Acaso dirías que no es nada si alguno de nosotros apareciera con casi medio kilo de carne picada donde antes tenía la cara? - inquirió Ron.

- Deberías ir a ver a la señora Pomfrey, Hagrid - terció Hermione -. Algunos de esos cortes tienen mala pinta.

- Ya me estoy encargando de ellos, ¿de acuerdo?

Entonces fue hacia la enorme mesa de madera que había en el centro de la cabaña y levantó un trapo de cocina que había encima. Debajo del trapo había un filete de color verdoso, crudo y sangrante, del tamaño de un neumático de coche.

- No pensarás comerte eso, ¿verdad, Hagrid? - preguntó Ron -. Tiene aspecto venenoso.

- Tiene un aspecto perfectamente normal, es carne de dragón - replicó Hagrid - . Y no pensaba comérmelo. - Cogió el filete y se lo colocó sobre la parte izquierda de la cara -. Así está mejor. Va muy bien para aliviar el dolor.

- ¿Piensas contarnos lo que te ha pasado, o no?

- No puedo, Harry. Es secreto. Si os lo cuento me juego el empleo.

Lucy Weasley y la Orden del Fénix ✔️ [Lucy Weasley III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora