19. El Ejército de Dumbledore

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- Umbridge ha leído tu correo, Harry.

- ¿Crees que fue ella quien atacó a Hedwig? - preguntó él, indignado.

- Estoy segura - respondió Lucy -. ¡Señora rana, no se escape!

Harry apuntó con la varita mágica a la rana toro que iba dando saltos hacia el otro extremo de la mesa. «¡Accio!», exclamó, y la rana, resignada, volvió a saltarle a la mano.

La clase de Encantamientos siempre había sido una de las mejores para charlar en privado con los compañeros; generalmente había tanto movimiento y tanta actividad que no había peligro de que te oyeran.

Aquel día el aula estaba llena de ranas toro que no paraban de croar y cuervos que graznaban sin cesar, y un intenso aguacero golpeaba y hacía vibrar los cristales de las ventanas, de modo que Harry, Lucy, Ron y Hermione podían hablar en voz baja y comentar cómo la profesora Umbridge había estado a punto de atrapar a Sirius sin que nadie reparara en ello.

- Empecé a sospechar que la profesora Umbridge te controlaba el correo cuando Filch te acusó de encargar bombas fétidas, porque me pareció una mentira ridícula - explicó Hermione -. En cuanto hubiera leído tu carta habría quedado claro que no las estabas encargando, o sea, que no habrías tenido ningún problema. Es como un chiste malo, ¿no te parece? Pero entonces pensé: ¿y si alguien sólo buscaba un pretexto para leer tu correo? Esa habría sido la excusa perfecta para la profesora Umbridge: le da el chivatazo a Filch, deja que él haga el trabajo sucio y que te confisque la carta; luego busca una forma de robársela o le exige que se la deje ver. No creo que Filch hubiera puesto objeciones, porque ¿alguna vez ha defendido los derechos de los estudiantes?

- ¡Harry, estás espachurrando a tu rana! - lo reprendió Lucy.

Harry miró hacia abajo. Era verdad: estaba apretando tan fuerte a su rana que al animal casi se le saltaban los ojos. Entonces la dejó apresuradamente sobre el pupitre. La rana suspiró aliviada.

- Anoche nos salvamos por los pelos - prosiguió Hermione -. Me pregunto si la profesora Umbridge es consciente de lo poco que le faltó. ¡Silencius! - exclamó, y la rana con
la que estaba practicando su encantamiento silenciador enmudeció a medio croar y la miró llena de reproche -. Si llega a atrapar a Hocicos…

Harry y Lucy terminaron la frase por ella:
- … seguramente habría vuelto a Azkaban esta misma mañana.

"Debí haberlo sabido," pensó Lucy.

Con todo lo que estaba Umbridge husmeando por todo el castillo, debió suponer que no tardaría en hacer lo mismo con las chimeneas.

Harry agitó la varita sin concentrarse mucho, y su rana se infló como un globo verde y empezó a emitir un agudo silbido.

- ¡Silencius! - exclamó Lucy, apuntando con su varita a la rana de Harry, que se desinfló silenciosamente ante ellos.

- Bueno, ahora ya sabemos que no debe hacerlo más - dijo Hermione -. Pero no sé cómo vamos a comunicárselo. No podemos enviarle una lechuza.

- No creo que vuelva a arriesgarse - terció Ron -. No es estúpido, ya debe de saber que la profesora Umbridge estuvo a punto de atraparlo. ¡Silencius!

El enorme y desagradable cuervo que tenía delante lo miró de forma burlona.

- ¡Silencius! ¡SILENCIUS! - repitió Ron.

El cuervo graznó de nuevo, más fuerte.

- Es que no mueves la varita correctamente - comentó Hermione observando a Ron -. No hay que sacudirla, sino darle un golpe seco.

Lucy Weasley y la Orden del Fénix ✔️ [Lucy Weasley III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora