|Capitulo 5|

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Después de que la euforia del momento pasó, a Violetta le entró un miedo agudo que la hacía temblar de solo pensar en el plan que había elaborado junto a su doncella

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Después de que la euforia del momento pasó, a Violetta le entró un miedo agudo que la hacía temblar de solo pensar en el plan que había elaborado junto a su doncella. Aunque claro, el sentimiento también se debía a las mil heridas que había en su espalda, esas que la hacían sentir un dolor descomunal cada que daba un paso.

Desde muy temprano emprendió camino fuera de esa casa, se colocó ella sola un vestido liviano que no lastimaba su espalda e intentó ponerse el corsé de forma floja. Salió por su ventana, bajando por una enredadera que cubría la pared, y anduvo hasta que la vio pequeña en el horizonte.

A lady Violetta siempre le había gustado pasar las vacaciones en la propiedad que su familia tenía en el campo, la hacía sentir libre, y claro, era todo un alivio no tener que lucir esos grandes vestidos que le dolían justo en los lugares que tenía hematomas.

Caminó hasta que llegó a aquel jardín que había descubierto cuando era una niña y huía de su padre.

Encontraba revitalizante acostarse en el césped y sentir el olor de las flores en su nariz. Así quería sentirse toda la vida. Deseaba con todas sus ganas que un día ya no tuviese la necesidad de esconderse para ser feliz.

«Vamos a lograr que se vuelva loco por ti y nos saque de este infierno».

Escuchó las palabras de Eva en su cabeza, danzando de forma tentadora, seduciendo sus ganas de huir.

Quizás no fuera tan mala idea, a fin de cuentas ella planeaba aceptar la primera propuesta de matrimonio que se le pusiera en puerta, pero sería que todo iba muy deprisa, que era una decisión apresurada, una de esas que calan los huesos cada que ronda por la mente de forma tentadora.

Si era sincera consigo misma, ni siquiera había logrado dormir pensando en la idea de ser una condesa.

El hombre era atractivo. Tenía un cabello cenizo profundo, que peinaba a la perfección, y era poseedor de unos ojos tan verdes, que si los veías con detenimiento, notabas las chispas que los bañaban. Había admirado con detenimiento sus hombros anchos, los brazos fuertes y aquellas manos que, por alguna razón, se le hicieron atractivas.

Milord tenía el tipo de presencia que impone y lleva fuerza. Él era la clase de hombre al que se le concedía todo respeto de solo verle entrar al salón. Y eso también le gustaba, porque Violetta necesitaba a un marido que pudiera mantenerla a salvo bajo su ala.

"Piénselo, mi niña. El hombre, según lo cuenta mi sobrina, es muy educado y no hace menos al servicio. Quizás, con el tiempo, pueda llegar a ganarse su cariño. Es lo mejor que conseguirá".

―Todo por salir de allí―susurró respirando para absorber el olor de las flores.
Quizá no fuera tan malo.

Quizá, si lograba llegar a él, pudiera hacer algo para llamar su atención y que la considerara una buena mujer para ser su esposa.

La Seducción Del Conde  | La Debilidad De Un Caballero II | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora