|Capitulo 7|

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Esa mañana, optó por un vestido más hermoso al anterior

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Esa mañana, optó por un vestido más hermoso al anterior.

Ordenó, casi tomando fuerzas del baúl que guardaba debajo de su cama, que Eva le atara el corsé de forma promedio. Tenía que verse deslumbrante. La meta debía cumplirse por sobre todas las adversidades.

Si había algo de lo que estaba bien enterada, era que planeaba conquistar a un hombre con el que apenas y había cruzado un par de palabras, pero su doncella tenía razón: habían tenido un muy buen inicio.

El detonante que necesitaba para comenzar el plan de seducir al conde, era averiguar si sería buen marido, y al comprobar esto, entonces sería capaz de arrojarse a sus brazos con tal de escapar de aquella jaula.

―Que Dios me la cuide.

Le deseó Eva cuando se colocó en la ventana para comenzar a bajar.

―Gracias. En serio necesito que lo haga.
Le respondió Violetta antes de respirar profundamente y comenzar la huida. La enredadera se fue amoldando a sus pies hasta que estos tocaron tierra, y al estar allí, a punto de acudir al lugar acordado, sintió como levemente le temblaron las manos.

"Tiene usted algo que me llama, milady".

Había hablado con Eva la noche anterior de aquella frase que había sido escrita en la carta. Violetta recordó la escena a la perfección mientras caminaba hacia el jardín.

―Es porque es hombre.

Había sido la respuesta que le dio su doncella, como si con ella sanara todas sus preguntas.

― ¿Y qué tiene que lo sea?

―Bueno, él ya te miró desnuda y en tal estancia, es totalmente visible que quedó encaprichado contigo.

Aquella palabra que utilizó para describirlo, la hizo sentir que mil dudas más la invadían.

―Encaprichado...―degustó la expresión.
―Son como los niños: siempre quieren todo lo que miran.

No sabía si aquello era verdad, pero Violetta era consciente de que, de cualquier modo, ella le atraía.

Llegó al lugar sabiendo que iría a la casa del conde a reclamarle con una vara en la mano, si no se aparecía de nuevo. Ella estaba desesperada, pero tampoco dejaría que el hombre le volviera a ver la cara.

Después de tantos años, había aprendido a no esperar nada bueno de nadie, aunque vuelvo a recalcar que ella tenía algo de lo que muchos carecían: esperanza.

―Veo que le gusta ser puntual.

Una voz ronca la recibió al dejarse ver. Logró divisar frente a ella la figura imponente del hombre. Se veía... Dios, ¿cómo hacía para dejar de temblar?

Benjamín Matthew estaba entrenado para causar ese efecto en las damas, y claro, también conocía algunos otros truquitos que sacaba cuando la situación se volvía más... intima.

La Seducción Del Conde  | La Debilidad De Un Caballero II | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora