|Capitulo 26|

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—Eres el mayor cobarde que he conocido en mi vida, y toma en cuenta que he tenido tres maridos.

La voz de Elena salió como cuando Benjamin era joven y solía regañarlo. Al conde siempre le habían dolido sus reclamos, porque, cuando estaba con ella, quería ser la imagen de la perfección para quien él miraba como su madre.

-¿A caso querías que me quedara con los brazos cruzados?-le respondió el hombre mientras la dama le limpiaba la sangre que escurría por su labio roto, preguntandose cuántas veces más tendria que presenciar aquella escena en el conde.

-No me refería a eso. Sé perfectamente que ese barón maldito se merecía cada uno de los golpes que le diste.

Benjamin sonrió al recordar la emboscada que le había hecho a lord Belmont después del baile, y es que no conocía otra forma de sacar toda la ira que lo estaba consumiendo.

Los recuerdos de la velada eran como pequeñas esenas cortadas que apenas y embonaban en su cabeza. Él sabía perfectamente que no debió de haber bebido tanto, pero tenía que hacerlo, por Dios que debía, porque de otra forma no entendía de dónde iba a sacar la fortaleza que se requería para bailar toda la noche en brazos agenos mirando a Violetta con otro hombre, llevando la barbilla levantada, el rostro firme y los ojos destruidos.

Sabía bien que se iba a ir al infierno por todo lo que le había hecho a la dama y todo lo que aun le estaba por hacer, pero, aunque le quemara el alma con desesperación, esa era la unica alternativa para salvarla de la desdicha que él emanaba.

Y es que aún cuando estuviera intentando con todas sus fuerzas alejarse de su presencia, no podía hacerlo porque le era inevitable no ir tras ella para cuidarle la espalda. Ni siquiera sabía cómo era que había terminado siguiendola por el jardín buscando cualquier excusa estupida para que dejara de adentrarse en la noche y volviera al salón en donde estaría segura.

¡Estaba furioso!

Y la hira aumentó cuando ambos apreciaron la escena en donde claramente lord Standich se estaba metiendo con su futura prometida, quien encantada le seguía el juego prohibido al que el hombre la estaba incitando.

-Te estas poniendo colorado de nuevo, deberías de intentar calmarte por lo menos estando en mi presencia-lo reprendió Elena siguiendo con el proceso de curarle las heridas.

La mujer se recordó que debía de decirle a la encargada de las compras que hacían falta más vendas, por si al conde se le volvía a antojar romperle la cara al baron.

-No tengo cabeza en este momento.

-No creo que debas de quejarte por ello. Tú solo te buscaste la desdicha.

Benjamin comenzó a sentir el rostro cada vez más caliente. La sangre le hervía en las venas.

-Yo no pedí tener todas estas deudas que me están ahogando-habló con los dientes apretados.

-Posiblemente, pero había soluciones más fáciles y menos dramáticas. ¡Por Dios, todo Londres está hablando del drama que montaste al tener dos mujeres!

El conde apretó la mandibula.

-Yo no tengo dos mujeres.

-Puede que no-habló Elena encogiendose de hombros-, pero a la pobre Violetta le has dejado tu nombre en la frente. Será muy difícil que encuentre marido después de lo que le hiciste.

La Seducción Del Conde  | La Debilidad De Un Caballero II | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora