|Capitulo 13|

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En definitiva su corsé estaba ajustado, tanto, que solo llegaba a pensar en lo difícil que le era retener el aire y pasar los bocados de la merienda.

―Quiero que tengas cuidado a partir de ahora―la tomó por sorpresa su padre mientras compartían la mesa.

Violetta lo miró con duda, sintiendo como la comida se le volvía amarga.

― ¿Cuidado con qué?

El hombre ni siquiera la volteó a ver, solo se dedicó a cortar un trozo enorme de carne con la mayor elegancia que pudo.

―Hay una epidemia que se está expandiendo. Muy pocos están infectados en Londres pero es cuestión de tiempo para que llegue con fuerza.

Violetta sintió una mirada sobre ella. Levantó la cabeza encontrándose con los ojos de su madre, esos que le pedían a gritos que preguntara más. Lady Whitman sabía que la baronesa no tenía boca en esa familia, la voz le había sido arrebatada a golpes, y le estaba rogando que aliviara su curiosidad.

― ¿Una epidemia?―preguntó Violetta mirando el agradecimiento en su madre.

Lord Belmont asintió devorando su comida. En aquella mesa, él era el único con apetito, pues Violetta no podía meter a su cuerpo ningún bocado gracias al corsé, y su madre, como siempre, prefería comer sola en su habitación, ya que no hubiera nadie que la juzgara por las grandes porciones que devoraba para aliviar su ansiedad.

―Es una gripe muy extraña. Viene acompañada de dólares de cabeza, mareos, náuseas, cansancio profundo y debilidad―contestó el barón―, pero, antes que nada, anuncia su llegada con un pequeño sangrado nasal.

Ya no volvió a preguntar porque sabía que si lo hacía terminaría asustada y no le apetecería salir a la velada de aquella noche. Le dio miedo la situación, y supo, con un temblor en sus manos quee si le contaba a Eva, seguro la bañaría en sus tès espirituales para aejar a los demonios que traían la enfermedad.

Su doncella era muy superstisiosa, incluso alguna que otra vez le había presumido que sabia leer la mano. Ella creía que las flores era una ofrenda para Dios y que la luna cuidaba a las almas de los males que asechaban por las noches.

Tenia esperanza y fe.

Violetta respetaba sus creencias, e incluso aveces la envidiaba, porque tenia ganas de creer en algo, de pensar que si llevaba un liston rojo o una flor azul, entonces el dia caminaría con buen paso.

La merienda transcurrió en silencio. Sus padres en su mundo y ela en el suyo, repasando todo lo que haría en la velada para lograr conquistar al conde.

Por la noche se dio un baño con esencia de jazmines para que el olor se impregnara en su piel. Estando en el agua tibia se permitió relajarse y prometerse que todo saldría bien.

El vestido que Eva le había elegido era un azul de tonos bajos con combinaciones un poco verdes. Juraba que en cuanto estuviera casada, el primer vestido que se pondría sería uno rojo intenso, la tonalidad de la sangre, color que aún no le era permitido usar, y que en su momento, demostraría ante todos que era libre.

―Sé que lo odias, pero es para la buena suerte―le indicó Eva mientras guardaba una pequeña flor amarilla en uno de los bolsillos que le habían hecho al vestido para casos similares.

Violetta le sonrió, y se tragó las ganas de decirle que de nuevo había dejado muy ajustado el corsé.

~~~

A las veladas de lord Perth acudía pura mujer soltera. La multitud se dividía entre debutantes y damas de edad que aún no habían sido bendecidas con el matrimonio. El hombre estaba desesperado por una esposa, y vaya que todos lo sabían. Los años se lo estaban acabando, y parecía que nadie mostraba una pizca de interés en él.

La Seducción Del Conde  | La Debilidad De Un Caballero II | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora