"Fascinante".
Lord Matthew degustó aquella palabra mientras probaba el vino que llevaba en la mano. Él no era el tipo de hombre que se embriagaba bebiendo, más bien, prefería disfrutar cada sorbo que daba, perderse en el sabor, en lo que contenía y en lo caro que le había costado conseguirlo.
Miró a la dama frente a él, siendo bañada por la luz que emitía el fuego de la chimenea. Apreció cómo sus ojos chispeaban con las llamas reflejadas en las pupilas y delineó la forma en la que se mordía el labio inferior, plenamente concentrada en sus propios pensamientos.
"En verdad fascinante".
Le dio otro trago al vino.
Aún no sabía si había sido sano para él mentirle a la joven, y tampoco tenía ni la menor idea de las consecuencias que acarrearía haberlo hecho, pero era necesario, por Dios que lo era.
Casi podría jurar que, si iba con un médico a revisar el mal que llevaba en la cabeza desde hacía unos días, éste le diría que la cura era alejarse del trabajo y fingir que los caminos se habían vuelto intransitables para que la dama no pudiera volver a su casa.
No le había costado nada escribir una carta a los barones, donde aseguraba haber encontrado a la dama herida en medio de la lluvia. Les contó de la revisión del médico, y mintió un poco, mencionando que no se podría poner en pie después de los golpes.
Debía admitir que le resultó extraño cuando el hombre no se apresuró a su residencia para comprobar el estado de su hija, pero así estaba mejor. No sabría qué decirle si llegaba en aquel momento y la encontraba casi en perfectas condiciones.
"Casi".
Esa era la palabra clave.
No había ni una sola fibra de su ser que no hubiera hervido en rabia cuando el médico le dijo que la dama tenía un sin fin de raspones en la espalda y su brazo había caído mal. Aún se seguía cuestionando qué era el fuego que le nacía en la garganta y le bajaba hasta el estómago. Dudaba que alguien tuviera la respuesta de dónde había salido aquella punzada que lo atacó cuando se supo culpable.
Sí, todo aquello había sido su culpa por no haber aceptado la invitación el día anterior, pero claro, tenía que esperarse a que la mañana estuviera lluviosa para que la mujer terminara en el piso.
Estaba desesperado, perdido, cautivado, y es que no podía sacarse de la cabeza aquella sensación que le navegaba el estómago desde la noche que la encontró en el lago.
En definitiva aquella sirena era la debilidad de cualquier caballero, menos la suya. Lord Matthew no tenía ninguna debilidad. Él era fuerte, indestructible, nadie podía sobrepasarle, y por eso aquella mujer estaba allí en su casa, después de haber compartido su mesa, mirando la fogata con especial sublime mientras ambos yacían en el salón del té.
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La Seducción Del Conde | La Debilidad De Un Caballero II | En físico
Historical FictionUna par de caricias ocultas entre los jardines. Unas tres insinuaciones susurradas en el oído. Cuatro besos ardientes de los que hacen que tiemblen los tobillos. Y cinco razones para caer ante aquella mirada perversa que la quiere solo para él. 🏅#3...