―El problema sigue creciendo, Matthew. Ya no podemos evitarlo por más tiempo.
Bass lo miró con una ceja alzada mientras esperaba la respuesta del conde.
Llevaban meses lidiando con el problema de la fábrica textil. Le habían invertido tanto, que el dinero se les iba como agua entre los dedos. Cada día se perdían tantos miles, que la quiebra les estaba acariciando la columna. Era inevitable no pensar negativamente, no ver las cosas desde el ángulo más pesimista. Debían de actuar inmediatamente y solucionar aquello de la forma más beneficiosa posible, porque de no ser así, el resultado sería fatal.
― ¿Tomarás ahora mi sugerencia de despedirlos a todos?―preguntó el conde, mientras se paseaba por el despacho con una mano en la cabeza, como si con ello pudiera hacer que los engranes se movieran y una respuesta divina llegara con querubines―. No podemos encontrar al ladrón con métodos comunes. Nos tardaríamos más, y mientras eso sucede, el dinero se seguirá yendo por la borda.
―Es una alternativa muy drástica.
―¡Es la única alternativa!
Benjamín se estaba desesperando. ¿Cómo era posible que aquel negocio se les estuviera yendo a pique?
Al principio fue una empresa muy rica. Les caía dinero como si éste lloviera, y la inversión iba tan bien, que los nobles gozaron por un buen tiempo de las ganancias, hasta que últimamente, con los constantes robos, todo se estaba saliendo de control.
Las primeras veces creyeron que eran perdidas y que reponiéndolo, todo seguiría en marcha, pero solo causaron que se hiciera más frecuente. Cada vez perdían más, y eso no podía tratado como una simple casualidad.
―Piénsalo bien, Bass. Ya no es una cuestión de si queremos ser buenos jefes o grandes samaritanos. Por ésta vez tenemos que ver por nosotros y por la empresa.
El marqués lo miró, esta vez, con el rostro serio. Sabía que Benjamín tenía razón. Despedir a todos los empleados era la única alternativa para arrancar el mal desde la raíz, aunque le doliera admitirlo, esa era la opción más viable, aun cuando se sintiera miserable por aceptarla.
―Debemos de hacerlo lo antes posible para comenzar a reclutar más personal― fue la única respuesta que dio, reacio a admitir su derrota.
Benjamín se le acercó y colocó una mano en su hombro para darle apoyo. Aquello para él también era difícil. Sabía que iban a dejar sin comer a cientos de personas, y ser el causante de ello, no se sentía nada bien, pero era lo mejor para ambos. Ya no podían darse el lujo de perder más dinero. Debían de evitar que una soga les apretara el cuello.
―Pronto verás los buenos resultados que tendrá. Apuesto a que querrás llenar de joyas a tu nueva protegida―se burló el conde para darle a aquello un poco más de ligereza.
El semblante del marqués se hizo más pronunciado, y miró a su amigo con los ojos serios.
―Por cierto, ¿qué has hecho con ella?―siguió hablando Benjamín.
Bass soltó un largo suspiro, profundo y cansado.
―La mandé a una de esas escuelas de señoritas para que la preparen para su presentación. Volverá en un par de años.
Asintió interesado por lo que su amigo hablaba.
―¿Y es linda?
El marqués soltó una carcajada que lo descolocó.
―¿Quieres que sea totalmente sincero?―respondió levantando una ceja.
―Me decepcionarías si no lo fueras.
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La Seducción Del Conde | La Debilidad De Un Caballero II | En físico
Historical FictionUna par de caricias ocultas entre los jardines. Unas tres insinuaciones susurradas en el oído. Cuatro besos ardientes de los que hacen que tiemblen los tobillos. Y cinco razones para caer ante aquella mirada perversa que la quiere solo para él. 🏅#3...