Cinco damas de buena cuna habían contraído matrimonio esa temporada. Dos por escándalo y tres por un compromiso totalmente arreglado.
Violetta no había conseguido la meta de casarse antes de que esa temporada finalizara, pero había logrado algo mucho mejor: un poco de paz.
Su padre, después del ataque que había sufrido, no volvió a poner un pie en público gracias a los golpes que aún se notaban en su rostro, y ella, que de inocente ya tenía poco, no había pasado un solo día sin el conde, sin sus brazos, sin su boca.
Lo había logrado seducir. No había otra forma de llamarlo, y para su sorpresa, todo iba bien. Se llevaban de maravilla, tenían la clase de atracción que se describe en la poesía. No había un solo rincón de su boca que él no hubiera conocido.
Aún no se hablaba de matrimonio, pero por el momento, así estaba bien. Ella no pensaba atarlo todavía. Necesitaba que fuera lord Matthew el primero en dar el paso. Suficiente avance habían dado con eso de aceptar que entre ambos había fuego, y no planeaba ser quien lo arruinara.
Al dar por finalizada la temporada, el barón, como todos los años, se retiró a su casa de campo en Kent para esperar la siguiente. Siempre recluía allí a su esposa y a su hija, y cuando se llegaba una ocasión que requiera su presencia en la ciudad, solía marcharse solo, y con algo de suerte, se quedaba allá un par de meses.
Aquello, para lady Whitman, eran como vacaciones después de la ajetreada temporada a la que había sobrevivido. Y unas muy emocionantes si le sumamos que aquella noche, para dar inicio al largo tiempo que tenían para estar juntos, lord Matthew y la dama habían quedado de verse a media noche en el lago en el que se habían conocido.
Eva se había encargado de que la habitación de la dama estuviera en condiciones para habitarse, y junto al servicio desempacó la ropa y los zapatos que venían en los baúles.
―Deja afuera el más liviano que te encuentres―le pidió Violetta a su doncella cuando entró a la habitación y la vio con las prendas en la mano―, tiene que ser hermoso y fresco.
La mujer escuchó las palabras mientras sus ojos se pasaban por los vestidos que estaban acomodando.
― ¿Qué te parece el verde con azul?
Se la pensó.
―Mmm...Mejor el lavanda.
Eva la volteó a ver con una sonrisa juguetona pintada en los labios.
―¿Una ocasión especial?
―Ni te lo imaginas―le regresó el gesto con mes intensidad.
Por la tarde Violetta pidió que le llevaran el almuerzo a su habitación para tener una comida pacífica.
Esa casa le encantaba. Había pasado la mayor parte de su vida en ella, perdiéndose entre los infinititos pasillos, escabulléndose a la cocina y recorriendo las inmensas tierras que rodeaban la mansión que su padre había adquirido sin pensar en los costos.
Si había algo que el barón tenía de sobra, eso era dinero. Cargaba con una fortuna incontable y le gustaba hacerlo notar. Todo Londres envidiaba sus bolsillos, pero él no conforme con eso, quería más. Deseaba un pedestal que lo elevara hasta las nubes, y aun cuando no había conseguido un hijo varón que heredara todo ese trabajo de años, por lo menos deseaba casar a su hija con un hombre que le diera todo el prestigio que buscaba.
Violetta casi se atraganta al degustar la idea de que, si algún día lord Matthew llegaba a casarse con ella, eso beneficiaria de gran manera al barón y cumpliría una de sus ambiciones más profundas. Se quedó un momento mirando el guisado. Quizás aquello fuera cierto, pero tampoco podía sacrificar su felicidad solo por bajar a su padre de la nube en que se había montado con disparates.
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La Seducción Del Conde | La Debilidad De Un Caballero II | En físico
Historical FictionUna par de caricias ocultas entre los jardines. Unas tres insinuaciones susurradas en el oído. Cuatro besos ardientes de los que hacen que tiemblen los tobillos. Y cinco razones para caer ante aquella mirada perversa que la quiere solo para él. 🏅#3...