A través de la ventana de su alcoba, lady Whitman podía ver toda la ciudad. Definitivamente aquello no era como su casa en el campo. A ella le gustaba sacar la cabeza por el cristal y ver las flores que se extendían a kilómetros como un tapete elegante. Londres no le gustaba, estaba totalmente reacia a estar ahí. Era más feliz en Kent, donde su padre solía ocultarla, pero ahora, debía consolarse viendo las flores de los jarrones, porque era totalmente requerida su presencia en la ciudad.
―Milady, su baño está listo.
Estaba demasiado sumida en sus pensamientos como para voltear a ver a la doncella y agradecerle el gesto, así que solo caminó hasta la tina llena de agua tibia y se sumergió en ella. El agua le acarició hasta el inicio del cuello y sólo se quedó allí unos momentos mientras repasaba mentalmente lo que ocurriría esa noche.
"―Saldrás a deslumbrar. Todos están ansiosos por descubrir a la que será la nueva flor inglesa de la temporada, y tú, mi hermosa niña, arrasaras con esa etiqueta".
La voz esperanzadora de Eva le llegó a los oídos con dulzura tras recordarla.
"―Memoriza muy bien cómo será tu postura ante el conde y no olvides la meta de esta noche".
―Hacerme desear―susurró para sí misma, sin importarle que la criada la escuchara.
Tenía los ojos cerrados y todos sus sentidos estaban atentos a cómo le limpiaban las piernas y los brazos, pero su mente, esa estaba perdida en repasar a detalle todo lo que tenía que hacer en su presentación ante la sociedad.
Tenía miedo. No sabía cómo saldrían las cosas y menos después de llevar una semana sin tener noticias del conde. Todo era muy abrumador, y aún más sabiendo que, después de esos interminables días, por fin vería al hombre.
Sus padres habían preparado una velada en su honor, y él, tal como lo pidió, fue el primero en la lista de invitados.
Definitivamente el barón estaba encaprichado con vender a su hija al mejor postor.
"―Él nos salvará de la desdicha social. Quizás no hayas sido un heredero, pero me servirás para emparentar con un conde."
Esa fue la última frase que soltó frente a ella, y a Violetta le resultó rotundamente despreciable.
Si llegaba a conquistar al conde, definitivamente se encargaría de que su padre no viera ni un solo centavo.
Se quedó unos momentos más en el agua, hasta que Eva entró a la habitación con el vestido que utilizaría esa noche. Todos salieron para que la doncella la pudiera vestir y eso aumentó sus temblores. Violett estaba nerviosa, de eso no había duda, pero tenía que ser fuerte. Todo debía salir a la perfección.
El vestido que su madre le había mandado a hacer resultaba exquisito después de unos cuantos arreglos que le había hecho Eva. El color beige que lucía la hacía parecer una diosa y las mangas de seda que corrían por sus brazos le daban un toque seductor al transparentar un poco su piel.
Los guantes que se pondría eran del mismo color que el vestido y el peinado fue un recogido alto con varios mechones sueltos que le enmarcaron los ojos. Llevaba unos iris color avellana que resaltaron el labial suave y una piel de tono crema que se vio exquisita con el colorete.
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La Seducción Del Conde | La Debilidad De Un Caballero II | En físico
Historische RomaneUna par de caricias ocultas entre los jardines. Unas tres insinuaciones susurradas en el oído. Cuatro besos ardientes de los que hacen que tiemblen los tobillos. Y cinco razones para caer ante aquella mirada perversa que la quiere solo para él. 🏅#3...