A lo lejos, lady ViolettaWhitman podía escuchar el sonido de la lluvia arremetiendo contra los cristales de la ventana, y el viento azotando con gran fuerza todo aquello que se le ponía enfrente.
Uno de los grandes placeres de la vida, en su gran opinión, era despertar y, por tan solo esos segundos que dura el entumecimiento del sueño, no recordar nada. Se sentía maravillosamente bien... hasta que, de pronto, todo le llegó de golpe: la huida de su casa, la cabalgata, los cuerpos que se rozaban al son del trote del caballo, la lluvia, la caída y la oscuridad. Todo le dio con fuerza, y entonces, se levantó de la cama quedando sentada en ella.
En definitiva no estaba en su habitación, porque aquella era muchísimo mejor que la suya: más grande, más cómoda, más... acogedora, se podría llegar a decir. Miró a todos lados, y se halló sola.
Incluso la ropa que vestía se sentía diferente, y lo comprobó cuando, asustada, bajó la vista y se encontró con un camisón de seda que acariciaba su piel. Se llevó rápidamente las manos a la espalda, temiendo lo peor, y comenzó a temblar cuando notó que llevaba vendas nuevas.
«No puede ser verdad...»
El Conde sabía de sus heridas.
Si había algo de lo que era consciente en aquel momento, era de que debía marcharse. No tenía ni la menor idea de cómo haría eso, mucho menos cuando era evidente que el cielo se le estaba cayendo encima, pero tenía que arriesgarse y, si era necesario, caminar bajo la lluvia para huir.
No podría encontrar lástima en el rostro de ese hombre que, hasta hacía unas horas, era su esperanza para salir del infierno. Tendría que encontrar a otro. Sí, a alguien más que no conociera su secreto, porque podía apostar su sensatez a que lord Matthew preguntaría como se había lastimado y no tendría el coraje para responder.
Se levantó rápidamente de la cama, sintiendo un dolor punzante en su brazo izquierdo. Se dio cuenta de que este también yacía vendado.
¿Qué otros golpes se había hecho al caer? Sea cuantos fueran, no había tiempo para contarlos. Solamente comenzó a caminar buscando su ropa y los zapatos que calzaba. Desesperada, corrió por la alcoba temiendo no encontrar algo que...
― ¿Señorita?
Se paralizó.
Volteó lentamente su cuerpo hacia dónde provenía la voz, y se encontró con una criada joven que acababa de entrar con unas telas bien dobladas en sus brazos.
― ¿Se encuentra bien?
La doncella siguió hablando y Violetta solo atinó a asentir lentamente con la cabeza.
― ¿Dónde está mi ropa? ―fue lo primero que su boca pudo preguntar.
―La tengo aquí, milady―habló mientras se acercaba a la cama y dejaba las telas en ella. Pudo diferenciar el color de su vestido―. Vengo a ayudarle a vestir.
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La Seducción Del Conde | La Debilidad De Un Caballero II | En físico
Fiksi SejarahUna par de caricias ocultas entre los jardines. Unas tres insinuaciones susurradas en el oído. Cuatro besos ardientes de los que hacen que tiemblen los tobillos. Y cinco razones para caer ante aquella mirada perversa que la quiere solo para él. 🏅#3...