Haber ayudado a Hunter fue un buen final, nada mejor que sellar la amistad que se tenía con un acaudalado Duque. Violetta pasó sus últimos días en Londres con él, entre risas, desayunos largos y paseos con charlas fascinantes.
Debía de admitir que le dolió que Julian Craig no volviera a plantarse frente a su puerta con los ojos brillantes dispuesto a ayudarla a comerse al mundo, porque su ausencia le había dejado un vacío, y aún cuando fue ella quien le pidió que se marchase, creyó que el hombre era la clase de alma que luchaba con más fuerza.
Quizas se equivocó. O quizas ella no valía el riesgo para él.
Sea cual fuese la razón, Elizabeth no tuvo razón para alejarse, pero lo hizo. Pasaron de ser confidentes a mirarse de reojo en los salones de baile como eternos amantes trágicos. Se esfumaron las risas y los recuerdos, pero no la culpaba, tal parecía que para la dama era más importante la lealtad que le tenía a su hermano que la que le dedicaba a ella, y Violetta en eso no podía intervenir, porque no sabía lo que era tener uno.
Logró meterse de lleno en el papel de prometida del duque para olvidarse de lo que se le estaba desmoronando, y decidió que, en esos momentos, donde su felicidad era lo único a perseguir, no debía de centrarse en dolores que robaban el sueño, aun cuando los demonios la siguieran persiguiendo dispuestos a volverla a hundir.
Fue una noche fría la que proclamó como el último ataque de las sombras para verla sucumbir: después de pedir su mano, Hunter invitó a la dama y a la baronesa a cenar en su mansión, y Violetta no pudo evitar ahogarse con el dolor que emanó de Madeline al saberla su prometida.
La rubia, que muchos tacharían de inocente, frágil e ingenua, era más fuerte de lo que aparentaba, y lo juraba Violetta que bien sabía de eso. Lady Madeline llevaba el tipo de alma adolorida que con un soplo mañanero puede desmoronarse en la alfombra cara donde reposaban sus pies, tal parecía que se estaba arrepintiendo de haber dejado ir al duque, y a modo de darle un ligero empujón, la morena se portó lo mayormente grosera que pudo para rogarle internamente que interfiriera en el compromiso y reclamara al hombre.
En algún momento de la charla dio con el brazalete de esmeralda que Benjamin le había dado a la dama en señal de compromiso, y todo su cuerpo tembló de impotencia. Fue imposible no recordar al hombre como una de esas estrellas bañadas en fuego que se pierden en el cielo constelado.
Sonrió cuando lo supo en su mano, primeramente porque ella llevaba el original en el bolsillo, y después porque le hubiera encantado que en lugar de esa joya, presumiera el anillo de rubie que Hunter le había prestado para calarle la herida.
Le hubiera gustado hacer más por Hunter, pero finalmente el compromiso con el duque fue roto un día antes de la boda de lady Madeline, porque tal parecía que lo novios no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer.
Violetta se marchó de Londres un lunes por la mañana, mirando el horizonte alejarse como quien no teme que la marea le robe la vida. Se fue mientras sentía en el rostro el sabor de la libertad, y dejó en la ciudad un trozo de sí misma que posiblemente jamás volvería a caberle en el pecho, porque las piezas estaban siendo cambiadas y era imposible que volvieran a encajar donde una vez lo habían hecho.
De Julian Craig no volvió a saber, aun cuando seguía extrañando la paz que la llenaba cuando estaba a su lado. Elizabeth tampoco volvió a pasar por su vida, aun cuando la extrañara cada que miraba el mar.
La baronesa se quedó en Londres y volvió a contraer matrimonio.Pronto le llegó la noticia de que el duque de Standich, en su fama de necio, finalmente se robó a Madeline en el altar.
Eva logró tener en su vida un amor de esos largos que curan heridas y sanan el alma, envejeció al lado de su marido y adoptaron a una niña que criaron como suya.
En cuanto a Benjamin, aveces lo pensaba, lo veía caminando por la acera aun cuando él estuviera en Londres y ella en Italia, lo sentía como si tomara su mano y le siguiera reclamando la vida. Cuando cerraba los ojos, sentía su boca y cuando dormía, buscaba su pecho.
Supongo que hay personas que jamás se olvidan, aun cuando la vida pasa, el tiempo corre, las flores pierden pétalos , la poesía se queda sin versos y en el viento se pierde el destino que una vez se creyó tener.
Hay personas que llegan para enamorarnos, para convertirse en la sonrisa tonta que se suelta a mitad de la cena cuando se recuerda su voz.
Benjamin Matthew fue esa clase de amor. Y no hubo aventura más grande que seducir al conde.
FIN
LA HISTORIA DE VIOLETA SE RETOMARÁ EN EL QUINTO LIBRO DE ESTA SAGA TITULADO "LA CONDE A DEL DIABLO", TRATANDO LA VIDA DE LEON Y SU ENAMORADA ❤️
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La Seducción Del Conde | La Debilidad De Un Caballero II | En físico
Historical FictionUna par de caricias ocultas entre los jardines. Unas tres insinuaciones susurradas en el oído. Cuatro besos ardientes de los que hacen que tiemblen los tobillos. Y cinco razones para caer ante aquella mirada perversa que la quiere solo para él. 🏅#3...