|Capítulo 28|

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cuando volvió a casa después del paseo, sintió un aire de libertad en el pecho que le sacó una sonrisa enorme.

Tenía una semana completa que no disfrutaba de la vida, que no alababa los zumbidos desenfrenados de su corazón cuando la atacaba la felicidad. Llevaba siete días sumergida en la miseria, y le fue increíble como, esa simple tarde, ayudó a menguar todas sus penas.

Eva la miró entrar con un brillo diferente en el rostro. Se veía como la chica sonriente que era antes de que Benjamín Matthew la pisoteara ante todo Londres. Y le gustó, en verdad le gustó ver que se estaba recomponiendo de la caída.

Julián había pasado a pedirle permiso al barón para que Violetta fuera a cenar con su familia, y el hombre no pudo negarse a la oferta. Por favor, era el señor Craig, uno de los comerciantes más poderosos del mar, famoso por la calidad de sus productos y por el tamaño de los bolsillos que se cargaba. Era el tipo de hombre que desbordaba dinero y poder. Era misterioso, tenía una reputación que pocos conocían, pero después del escándalo en el que se había metido su hija, supo, en cuanto vio a aquel caballero, que no iba a poder encontrar a un mejor partido.

Estaba dispuesto a regalársela en bandeja de plata. Si por él fuera, le pediría que se la llevara y no la devolviera, pero las cosas tenían que ir despacio y tomar su tiempo.

El barón tenía un nuevo punto en su mira de caza, y a éste, no lo planeaba soltar.

~•~

El Meirleach era un barco escocés de proporciones inmensas.

Violetta lo admiró desde la ventanilla del carruaje con las manos temblorosas. El muelle oscuro reflejaba en el mar la radiante luz de la luna, convirtiendo el panorama en una historia de fantasía.

La dama, junto a su doncella, se armó de valentía para abordar el navío. Era enorme y muy elegante, sin llegar a ser ostentoso. Se notaba que el señor Craig tenía dinero, pero no lo presumía, ni muchísimo menos lo derrochaba. En el barco había puesto lo justo, provocando que a cualquiera se le fuera el aire cuando admirara su majestuosidad.

Subió por una enorme rampa de madera alumbrada con antorchas que marcaban el camino hacia una puerta lujosa donde la esperaban dos sirvientes. Se veían elegantes y olían a sal.

Eva y ella les entregaron su abrigo. Jamás habría podido asistir a ese lugar sola, y fue todo un alivió recorrer el largo pasillo del recibidor junto a su doncella.

—Por aquí, lady Whitman—un sirviente las fue guiando por las cientos de puertas que adornaban las paredes.

Quedó fascinada con las exquisitas pinturas que vestían los marcos más elegantes que habían admirado en su vida. Brillantes velas colgaban del papel tapiz y afuera, al final del pasillo donde la luna se reflejaba en la madera de la proa, más velas esperaban su llegada.

—Es impresionante—susurró Eva en su espalda mientras ambas llegaban al lugar.

El agua del mar se veía negra, oscura y brillante. Las olas golpeaban contra el barco y el sonido mecía su andar. Justo a mitad de la proa se hallaba una mesa preparada para tres personas, con flores y cubiertos costosos. Y frente a ellas, como parte de la decoración, Julián las recibió con una de sus enormes sonrisas radiantes.

—Es un placer recibirlas—saludó mientras caminaba a su encuentro y se tomaba el atrevimiento de dejar un beso en los nudillos de la dama.

—Gracias—susurró Violetta aún impresionada con El Meirleach—. La señora Gringeth es mi doncella y estará acompañándome ésta noche.

Señaló a Eva con un gesto de manos y ésta, en respuesta, hizo una elegante reverencia ante el caballero.

—Un gusto conocerlo, señor Craig.

La Seducción Del Conde  | La Debilidad De Un Caballero II | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora