Emeth estaba caminando junto con Edmond, que había escuchado el rumor que estaba dándole la vuelta a la escuela —¿Ya oíste lo que dicen de tu hermano? — Dijo él, divertido mientras se peinaba el cabello con las manos enfrente del baño, al que habían entrado a fumar; pero como había un chico adentro se debían esperar a que saliera —¿De qué estas hablando? —Le preguntó, arqueando las cejas, curioso —Ah... ¿No sabes? Pasa que tu hermanito chulo está de pasiva con el maestro de historia— Contestó el otro chico rubio, poniéndose un cigarrillo en la boca en lo que el muchacho de primer semestre salía. Emeth tardó un poco en procesarlo, apretando la mandíbula — Creo que ya entendí por qué aceptó ser la puta de Derek— Completó, dando una calada y recargándose en el lavabo. El castaño seguía sin decir nada, solo mirando al rubio de mechas rojas. Analizándolo; él era el único del grupo de Derek que hacía lo que él le decía son titubear, podía asegurar que entre ellos dos habían escondidos varios cadáveres detrás de la escuela —Lo bueno es que eso no es de familia. Aunque no dudo que tú seas igual que tu hermano— Masculló el muchacho, mirando a Emeth de arriba abajo, provocándole una reacción algo diferente a las demás veces —¿Crees que soy igual que Daniel? — Preguntó, en un tono pasivo, mirándolo fijamente, sin mitigar el lazo que ambos compartían, siendo intenso —Quizás— Contestó, escupiéndole el humo del pitillo en la cara, sin hacerlo toser. Emeth le estiró la mano, para que le diera un cigarro, a lo que Edmond le dio la cajetilla; Emeth lo tomó el antebrazo y lo jaló, tumbándolo en el suelo desde la cerámica del lavabo, haciéndolo caer de espalda —¿¡Qué mierda te pasa!? — Se quejó, queriendo levantarse, pero Emeth se le puso encima, comenzando una tanda de golpes en su rostro — No soy igual que Daniel. Yo no soy como Daniel ¡No soy como él! ¡YO NO SOY COMO ÉL! — Le gritaba mientras lo golpeaba en el suelo, y él no se podía defender porque los puñetazos eran contiguos y fuertes contra su rostro, haciéndolo sangrar y dejándolo aturdido. Emeth se le quitó de encima, para levantarlo por el cuello de la camiseta escolar y azotarlo contra la pared — Y si lo vuelves a decir, te mato ¿Me oíste? ¡Te mato! — Dijo, enfurecido y dejándolo, saliendo del baño, molesto, escuchando como todos cuchicheaban y lo señalaban. Era una maldición ser hermano de alguien tan desagradable como Daniel.
La clase de ciencias era tan aburrida que el pelinegro, sin darse cuenta, estaba cabeceando y luchando por permanecer despierto —Jóvenes, dentro de un par de días, como ustedes ya saben, tendremos nuestro campamento anual en el parque Minto—Brown, que hacemos por parte de la escuela y al que casi todos ustedes van — La voz del hombre sonaba distante, pero tan pronto y escuchó la siguiente frase, depositó toda su atención a él —Y los chicos que vayan y recolecten plantas para las pruebas del microscopio tendrán un punto extra en la prueba— Estaba decidido, no era cuestión de si quería ir o no, en cuanto los oficios de permiso llegaron a él, sabía que su padre debía firmarlos para que él no reprobara —¿Irás? — Lucille se había puesto detrás de él, acercándosele cuando sonó el timbre, sacándolo de sus pensamientos —¿Ah? Eh ¡Oh! Sí— Respondió, despistado mientras la miraba sonreír —Me alegra... creo que entonces iré también— Dijo, acomodando su mochila de ambos hombros, mirándolo fijamente mientras caminaba hasta la salida —Hasta luego— Se despidió, con un ademan, dejándolo atrás, algo atolondrado.
Para cuando las clases se habían terminado, Emeth, sorpresivamente ya estaba dentro del auto del chófer para cuando Daniel salió. El pelinegro se apresuró a subir al coche, como si tuviera miedo de que lo que estaba viendo era una mera ilusión —Hola, señor Lance— Saludó él, cortésmente mientras se sentaba en el asiento izquierdo, junto a su hermano que parecía estar más molesto que de costumbre —Hola, Emeth— Intentó que le respondiera, pero todo en su hermano era un rotundo no en ese momento. Usualmente lo ignoraba y todo eso, pero era diferente. Diferente molesto.
Daniel podía mantenerse tranquilo hasta que llegaran a casa, pero su hermano parecía que si escuchaba otro respiro de parte de él lo iba a sacar volando por la ventana —¿Qué te pasa? — Le preguntó el chiquillo de cabello negro, una vez estacionado el coche, mirando los severos ojos que le estaba echando el castaño —Eres una tremenda puta— Escupió, enfadado; Daniel se sintió tambalear, siendo empujado por su hermano que pasó ferozmente para entrar. Abrió la puerta, dejando atrás a su hermano; Dalia escuchó la puerta principal abrirse, emocionada —Mamá, vuelvo en unos minutos— Le dijo, sonriente mientras caminaba a la cocina, tomando el pastel que estaba en la mesa desde en la mañana, corriendo de puntitas, como una niña pequeña. Pero solo vio a Emeth —¿Qué traes ahí? — La interrumpió, obligándola a detenerse —Un pastel— Dijo, a regañadientes mientras esperaba que la mandara a la mierda como siempre —¿Para quién? — Siguió cuestionando el castaño, ella trataba de mantener la poca paciencia que tenía, pero siendo honestos, a ese chico le tenía todo menos consideración —Para tu hermano—Contestó conservando su voz forzada. Emeth descendió un escalón, porque ya estaba en camino de subir a su habitación. Miró a Dalia, como quien inspecciona algo, tomó el pastelito con sus dos dedos —Permíteme— Dijo, dejándolo caer al suelo, solo para después pisarlo —A los cerdos se les da de comer en el suelo— A Dalia no le dolió el pastel, ese pastelito que se había demorado horas en hornear porque era un fiasco en la cocina; le había dolido la mirada que le había sostenido. Unos ojos verdes tan profundos y llenos de rencor y asco. Le dolía que lo había pisado, había destruido el único presente que se iba a dar a Daniel en su cumpleaños, delante de él, porque, aunque no lo habían notado, había entrado en la estancia.
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|[Silencio Profundo]|
Mystery / Thriller×Boy's love ×Contenido adulto (violencia y escenas de sexualidad) ×abuso sexual ×paranormal Daniel tiene 17 años, un padre que lo odia y un hermano que lo cree culpable de la muerte accidental de su madre. Cuando Wilson Walters, su padre, decide qu...