× t r a i c i ó n ×

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Damon llevó a Daniel en su coche hasta su casa, que permanecía a oscuras y desierta —No quiero que te vayas— El pelirrojo lo tomó de la mano, poniéndola en su mejilla mientras lo acariciaba —Nos veremos mañana... te lo prometo— Dijo el muchacho de los ojos tristes, besando su mejilla —Te besaré un día...— Masculló el mayor mientras lo soltaba lentamente. Daniel le sonrió tiernamente —Será mejor que baje, se hace tarde y quiero que llegues temprano a tu casa— Damon se recargó en su hombro, acurrucándose junto a él —Ven a casa conmigo...no quiero que estés solo— Dijo él, dejando sus labios muy pegados a su cuello, haciendo que él se retorciera. A él le encantaría dormir junto a Damon esa noche, abrazarlo fuertemente y dejar que sus manos lo acariciaran. Pero no quería volver a un lugar donde estuviera Lucille.

—Me gustaría... quizás otro día— Contestó, sin intenciones de mencionar la repugnancia que sentía por su hermana. El pelirrojo no se alejó ni se inmuto ante su negativa, solo se refregó más en su hombro, que seguía húmedo —Nos vemos mañana entonces—masculló contra su piel, dejando un beso en su cuello —Te quiero, Damon— Profirió, juntando sus cabezas, depositando un beso en su coronilla.

Daniel se bajó del coche, mientras Damon lo acompañaba para asegurarse que entrara bien a su casa.

Un beso en la mejilla.

Ni él ni Damon querían besarse en ese momento. Daniel, porque había besado antes a Derek, y Damon porque sentía que él no quería besarlo. Era como si tuvieran una comunicación que fuera más allá de las palabras. Con solo respirar en la misma sincronía sabían lo que el otro estaba pensando.

El chico bajito se introdujo a su casa, cerrando la puerta después de ver a Damon subirse a su coche y arrancar. Dio la media vuelta y prendió la luz de la cocina, sentándose en la mesa para beber algo. Pero, de repente, escucho algo en el fondo de la sala, como quien se arrastra en la oscuridad con penosas intenciones —Creí que ibas a tardarte más, cariño— Una sombra habló desde el umbral de la cocina, mientras Daniel seguía de espaldas. Petrificado.

¿Qué hacía Derek en su casa?

—¿Cómo entraste? — Preguntó, girándose mientras sus manos temblaban y su voz se veía opacada por el pánico —Dejaste tu ventana abierta—

Maldición

—¿Qué quieres? — Daniel tomó una postura segura, como si realmente no le tuviera miedo. Aunque por dentro estaba orinándose en los pantalones. Pero Derek se mantuvo callado y solo se fue acercando lentamente —Quiero que vengas conmigo— Le dijo al oído, besando su oreja, mordiendo su lóbulo. El chiquillo pelinegro suspiró pesadamente, aterrado. Asintió sumiso, dejando que el mayor se alegara de él un par de centímetros para empezar a caminar hacia a fuera.

Pero Daniel Salió corriendo para el otro lado de la mesa, con los pies solo cubiertos por las medias de látex. En dirección a las escaleras —¡Angel! — Gritó el chico de los ojos fríos, enfurecido mientras iba tras él.

Daniel iba subiendo las escaleras a toda velocidad. Con el corazón acelerado y aun sintiendo la sangre recorrerle en cuerpo.

Derek iba enojado como el diablo. Con las manos apretadas y siguiendo las pisadas del chiquillo miedoso.

—¡Vendrás conmigo! — Gruñó, tomándolo del cabello. Jalándolo y apretándolo entre sus dedos con una fuerza brutal, que Daniel casi sintió que se lo iba arrancar. El muchacho de los ojos tristes gritó fuertemente mientras pataleaba y era arrastrado violentamente hacia afuera.

—Si gritas allá afuera... te irá muy mal— Dijo mordazmente mientras sacaba la punta de su navaja, que Daniel podía sentir atravesar su vestido empapado por el líquido de la muerte.

|[Silencio Profundo]|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora