× e s p e r a n z a ×

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La madrugada avanzaba lenta, besando el cielo con su tenue luz que avisaba la mañana. Damon permanecía despierto, mirando como Daniel dormía tiernamente sobre su pecho. Lo había visto dormir muchas veces, pero esa noche parecía estar verdaderamente en paz. Y envidiaba su tranquilidad.

Veía la puerta cada tanto, se despabilaba con cada movimiento suave; esperando escuchar a su hermana entrar a la enorme casa, donde no había más que silencio. Un silencio hundido e inquebrantable.

La ausencia de Damon en la habitación despertó a Daniel, quien seguía desnudo en la cama de sabanas rojas —¿Damon? — Lo llamó gentilmente mientras buscaba su ropa interior y la camiseta que le había prestado el pelirrojo —Te despertaste— Dijo el mayor, asomándose por el umbral de la puerta, mirándolo vestirse —Te hice café— Mencionó, mostrándole las dos tazas que traía en las manos —No sé bien cómo te gusta... así que solo lo traje negro—  Daniel le sonrió, sentándose de nuevo en la cama, con la taza de café humeante en las manos, mirando como él hacía lo mismo. Ambos tomaron el líquido caliente, soplando antes de que la taza tocara sus labios. Damon la puso en su mesita de noche, solo para seguir viendo como Daniel bebía a sorbitos el café

—¿Pasa algo? — Preguntó el pelinegro, sintiendo sus pesados ojos avellana sobre él —No, nada. Es solo que te ves muy lindo cuando despiertas— Las mejillas del chiquillo se tiñeron de rojo, con una tierna sonrisita en los labios mientras bajaba la mirada —Ayer... ayer fue asombroso— Masculló, alzando los ojos con ese brillo celestial y adorable que derretía al pelirrojo más que cualquier otra cosa.

—Daniel— Llamó, con un tono de voz que uno saca cuando menciona lo que le enternece el alma —Dime—

—Te amo— Susurró tomando su mano mientras buscaba que lo viera a los ojos —Yo también te amo, Damon— El de ojos verdes le dio un beso en la mejilla, suave y dulce; a lo que él respondió con uno en los labios, sin prisa ni ansias. Pero Daniel lo separó, cuidadosamente —Pero... ¿qué hacías en la casa de Derek? — Preguntó, haciendo memoria y desconcertándose un poco. Habían salido tan agitados y asustados de ese lugar, que no se le había ocurrido preguntarle. Damon se sacó las palabras como pudo, tratando de hablar con claridad —Estaba buscando a mi hermana—

—¿Qué haría Lucille con él? — Damon chasqueó los labios, algo molesto porque realmente no quería hablar de eso en ese momento —Había buscado por toda la ciudad, ese era el único lugar que me faltaba— Daniel lo miró, preocupado —Pero no estaba ahí—

—No... no sé dónde este. Solo sé que, donde sea que esté... no quiere que yo la encuentre—

El chiquillo ya no quiso decir nada más al respecto y solo lo miró guardar silencio —¿No deberíamos vestirnos para ir a la escuela? — Mencionó, tocando con sus piecitos descalzos los pies de Damon —¿Para qué? Muy pronto huiremos de esta ciudad... solos tú y yo— Rosó con una mano su mejilla mientras lo veía reírse suavemente —Damon—

—¿Qué pasa? —

—Me he dado cuenta... que no sé nada de ti. Hay muchas cosas que quiero que me cuentes... y otras que solo me dan curiosidad— Los ojos de Daniel se vieron abrumados por una sombra tenue, no de desconfianza, pero sí de interés —¿Qué quieres saber? Puedes preguntarme lo que tú quieras— Daniel se quedó un segundo pensando, mirando al suelo y cómo su café se enfriaba lentamente —¿Cómo se llamaba tu madre? — Dijo, inclinándose para reposar su café en la mesa de noche.

—Stephania Volkova— Sus ojos se quedaron descansando mutuamente, en esa rutina que ambos conocían bien —Murió de leucemia— Completó, sin que se lo pidiera.

—¿Qué significan tus tatuajes? — Preguntó, viéndolo levantarse para quitarse el calentón gris que se había puesto porque hacía frio —Los dos cuervos y las flechas juntas me representan a mi hermana y a mí; el demonio, representa mi nombre. Este de acá, la rosa del costado, es mi madre, a ella siempre le gustaron las rosas; el sinner que tengo detrás de la oreja fue el primero. Dolió bastante— Se rió levemente —Este de aquí— Dijo, señalando su clavícula —Es mi nombre escrito en ruso— Miró los de su brazo —Las flamas son el infierno, al que creo que me iré algún día— Suspiró — El alambre de púas simboliza que me siento atrapado... o me sentía atrapado en mi cuerpo... sentía que no tenía control de él y que alguien más era su dueño— Dijo, chasqueando los labios, recordando esa sensación de falta de pertenencia en su propia piel —El pentagrama y el No Gods creo que se explican por sí mismos— Se rió, mientras se sentaba.

|[Silencio Profundo]|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora