× d i s f r a z ×

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La luz de la luna entraba por la ventana de Lucille, que permanecía a oscuras mientras encendía inciensos que llenaran de un aroma decente el cuarto con olor a muerte —Logré convencerlo— Dijo Derek, sin querer mirar su rostro cubierto por espesas sombras —Perfecto...— Lucille hablaba muy suavemente, como si no quisiera que nadie le escuchara. Ella se sentó en una silla frente al montoncito de inciensos que había encendido —No quiero que Damon se dé cuenta—

—¿Por qué? ¿Qué no el punto de todo esto era molestarlo? —

Lucille se levantó de su asiento, poniéndose frente a él, mirándolo fijamente. Con esos ojos furtivos —¿Crees que estoy haciendo todo esto para molestar a Damon? ¿Crees que ese es el maldito punto de todo esto? — Aspiró y exhaló fuertemente —A veces quiero negar que eres un imbécil... pero realmente lo eres— Escupió, con amargura mientras ponía las manos sobre sus hombros —Haz lo que sea necesario para que ese idiota sea irreconocible.... Vístelo de mujer o algo así, de todos modos, no creo que le desagrade— Derek había bajado la mirada, algo asustado.

En lo que llevaban siendo aliados, desde que el culto los junto para matar a las vírgenes, él había visto otra cara de Lucille. Su faceta más oscura.

Pero en ese momento, él sintió que había sacado lo más sincero de ella.

—Odio a ese idiota... y quiero que lo hagas sufrir lo necesario— Y él no pudo resistirse a preguntar. Aunque fuera estúpido, aunque ella quisiera golpearlo en ese momento, pero no lo hiciera porque tenía que buscar una excusa —¿Por qué lo odias tanto? —

Lucille se puso roja de ira de solo pensarlo dos veces —Lo besé el otro día...— Dijo —Y el muy hijo de puta me rechazó como si yo no fuera nada. Me dijo que no sentía nada por mí cuando yo claramente he visto que se derrite cuando lo miro ¡Le di un puto encantamiento de amor para que se enamorará de mí y no funcionó!— Gritó furiosa y apretando sus manos en los hombros de Derek, que la miró asombrado. No podía creer que ella hubiera llegado a tanto para complacer a su culto. O para complacer su ego.

Ella era una chica orgullosa, consciente que era hermosa. Era manipuladora y sabía que cualquier chico haría por ella lo que pidiera.

Era por eso que el que Daniel la rechazara y lastimara su ego le molestaba tanto. Estaba enfadada, aunque esa no fuera la única razón.

Había resultado ser inmune a su brujería, a sus pócimas y encantamientos que antes habían funcionado muy bien. Habían funcionado con Colette.

Y por si eso fuera poco, estaba celosa de la atención que le daba su hermano.

Porque su hermano era de ella.

Solamente de ella.

—Si dices algo, te mato— Fulminó ella, sacándolo de su cuarto, sabiendo que Damon no estaba porque fue a la biblioteca. Derek se hubiera reído de su amenaza hace unos meses, pero ahora no sabía si era un simple comentario o algo asegurado. Y eso lo hacía temblar por dentro.

Dieron las diez de la noche y Daniel seguía con la mirada perdida en el suelo, tratando de asimilarlo todo. El silencio comenzaba a agobiarlo y sentía que debía ser llenado.

Su celular había vibrado un par de veces en su bolsillo; sabía que era Damon, pero no quiso contestarle nada. No se sentía con los ánimos necesarios para responderle de una manera, por lo menos, cortes. Y sabía que él no tenía la culpa de nada. Y no quería lastimarlo porque le importaban sus emociones.

Solo estaba sentado, sintiendo como la vida le pasaba por encima. Inerte y olvidando como respirar por ratos.

El coche de Derek se estacionó frente a su casa, que estaba a oscuras. Tocó la puerta, sacando a Daniel de su trance en el que estaba desde hace unas cinco horas —¿Qué haces aquí? — Preguntó el pelinegro desconcertado y tratando de mirar claramente sin sus lentes.

|[Silencio Profundo]|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora