× o c é a n o s ×

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Unos minutos más y Daniel estaba perdido por completo. Estaban entre piedras y árboles, pero por la poca luz que daba la luna, no se podía ver muy bien —¿Dónde estamos? — Dijo el chiquillo agudizando la voz

—Daniel... a mí no me engañó tu disfraz— Las mejillas del chico bajito se tiñeron de rojo. Se había besado con Derek en frente de Damon.

Diablos.

Pero...¿Qué hacía Damon en una iglesia de ese tipo?

—¿Para qué me trajiste aquí? — Preguntó, mirándolo directamente, mientras una mano de él se colaba por su cabello, quitándole la peluca —Porque quería estar lejos de todos, menos de ti— Dijo, sin bajar la mirada —¿Por qué haces esto? — Gimoteó, tomando la cara maquillada de su amigo entre sus manos —¿No ves que te harán daño? —

—Tú también estas aquí...— Daniel se alejó de su tacto, quitando sus manos de su rostro —Y he intentado salirme desde el primer día—La voz de Damon se volvió lúgubre, espesa. Dolida —¿Por qué? — La curiosidad de Daniel se salía por sus ojos con máscara, que se quitó cuando Damon hizo lo mismo, el pelirrojo en ese momento no quería dar explicaciones —Porque me quitaron todo lo que amaba — Murmuró, tomándolo de los hombros —Y no quiero que lo vuelvan a hacer— Sus dedos se ciñeron a su ropa que aún estaba mojada, apretándolo fuerte —Pero... dijeron que traerían a mi madre de vuelta—La voz de Daniel era segura, como quien da por hecho todo. Pero cuando la mirada del pelirrojo se le echó encima, con un sentimiento de desengaño se sintió morir. Los ojos de Daniel reflejaron desesperación y ese sentimiento de cuando te defraudan. Estaba triste —Danny, mi niño de luna...— Damon se agachó un poco, quedando a la par de su estatura, mirándolo con esos ojos destrozados —No lo harán...— Suspiró — Derek te lo dijo ¿Cierto? — Cuestionó, poniendo sus pulgares en sus mejillas, mientras el chiquillo asentía. Damon se hubiera puesto a gritar como loco si no hubiera visto la expresión de Daniel.

Estaba deshecho.

—¿Cómo pude ser tan ingenuo? — Masculló, con el alma quebrada. Damon lo pego a su pecho, dejándolo gritar contra su piel, rasguñar su túnica y mojar su ropa. Estaba quebrado.

La vida le había hecho una pésima broma. Habían jugado con lo más sagrado que él tenía en el mundo y se habían reído en su cara —Soy un imbécil— Se quejó apretándose a Damon, que se separó para verlo fijamente —Tú no eres imbécil...— El de los ojos avellana no podía concentrarse al verlo tan roto ¿Cómo lo iba a remendar? —Te hirieron, que es diferente— El travestido estaba llorando tanto, que sentía que se iba a secar. Que su falta de alimento, de agua, de vida, se le iba a salir de los ojos —Solo quiero ser feliz— Su voz se quebró totalmente. Como cuando estas golpeando una copa de vidrio y la vas rompiendo de cachitos. Y rompes la base y queda hecho añicos —Yo también quiero ser feliz...— Murmuró Damon, abrazándolo de nuevo —Seamos felices juntos...— La vocecilla de Daniel salió en un soplo, pidiendo eso —Debemos escapar...—

—Encontraremos la manera de sacarte— Daniel se apartó de él, mirándolo con ojos sorprendidos —No iré a ningún lado si no vas conmigo— Los ojos de Damon se iluminaron en un segundo. Sintiendo como las manos de Daniel se fundían con las suyas, suavemente porque tenían todo el tiempo del mundo—Eres todo lo que tengo... y nunca te voy a soltar— Lo escuchó entre el ruido de su corazón a mil por hora —Tú eres tan hermoso, Daniel— La mirada del chiquillo cabeza de hongo descansó en la suya por unos segundos, sin decir nada.

—Eres el chico más guapo que he visto— Dijo él, con la voz más segura que pudo sacar de su pecho. Damon solo estaba viendo esos ojos verdes

—Si intentamos escapar de todo esto... es posible que moramos en el intento ¿Cierto? — Preguntó Daniel, sentándose en la piedra, mirando la luna, mientras Damon se acomodaba la falda escocesa que traía puesta y le llegaba hasta la rodilla, teniendo un pantalón ajustado debajo —Sí... es muy probable que intenten matarnos— Masculló Damon, mirándolo. Daniel se mordió los labios, sintiendo una aceleración en su pecho, como si quisiera correr hasta el otro lado del mundo. Pero que Damon le siguiera el paso —Si morimos ¿Hay algo que quieras decirme? — Preguntó Daniel, con el corazón ansioso y con voz pausada. Pero de verdad no se esperó lo que el chico de ojos avellana y cabello roo le iba a decir.

—No me atreveré a decirte que lo que siento por ti es amor— Damon tragó saliva en ese momento, sintiendo como de su boca podría salir su condena de muerte —Lo llamaré "océanos" en su lugar. Porque el océano es grande, vasto y profundo, y a veces, me da miedo. Así que, si diré en voz alta lo que siento, lo haré de la manera correcta— El pelinegro no podía dejar de verlo, no podía dejar de observarlo. Tan perfecto, tan dulce, tan bello —Así... que siento océanos por ti— Selló, mirando como los ojos de Daniel se iluminaban, mientras temblaba por dentro de ansiedad y deseo —Siento océanos por ti, Damon—

Y el corazón del pelirrojo estalló en ese momento.

Le temblaban las piernas, las manos y el alma. Estaba nervioso. Las gotitas de sudor deslizaban por su frente, en una caricia que enfriaba el viento. Su amigo especial sentado junto a él, desviaba la mirada por segundos, como si esperara que ese sentimiento que mantenía prisionero en el pecho se esfumara. Pero no podía irse tan fácil.

—Intenté evitar que yo sintiera esto ¿Sabes? Me dije que no podía...— masculló Daniel —Y ahora que lo has dicho en voz alta... me siento seguro de decirlo— El pelinegro le tomó la mano, depositando un beso en su dorso —Me gustas mucho, Daniel. Me gustas demasiado. Tanto, que hubo días que era mi tortura y mi suplicio— Damon se giró a él, quedando completamente de frente —Me gustas mucho, de verdad. Danny— Una lagrimita bajó por la mejilla de Daniel —¿Puedes decirlo de nuevo?... ¿por favor? — Unas lágrimas empezaron a salir de sus ojos que brillaban como faros de noche. Damon le acarició los brazos por encima del vestido.

Su corazón se quería salir.

—Perdón por siempre llorar— Gimió el chiquillo de cabello negro, poniendo sus manos en la cara, apenado.

Damon puso las pequeñas manos de él sobre su cintura.

Daniel estaba llorando tan felizmente. Y esas lagrimas parecían lluvia en tiempos de sequía.

—Escapemos juntos— Dijo Damon, apretándolo fuertemente contra su pecho que retumbaba fuertemente.

—Escapemos juntos— Selló el de cabello negro, Y sus labios se veían lindos estando curvos, y sus mejillas se alzaban al hacerlo reír —Te ves muy bello con maquillaje— Mencionó el mayor, apretándolo con el alma en las yemas de los dedos. Lo sintió temblar al tocar su nuca, pudo ver el lunar que tenía en la oreja y lo largas que se veían sus pestañas con máscara —Me sentí muy celoso de Derek...—

—Lo lamento— Daniel alzó su rostro, mirándolo fijamente —Sé que a ti no te importa. No tienes porqué pedir disculpas...— Susurró el pelirrojo, pegando sus frentes, haciendo que Daniel cerrara los ojos.

—La luna ahora es nuestro cómplice— El de cabello rojo pegó sus labios a la coronilla del de cabello negro —Sabe todo sobre mí... y ahora sabe todo sobre nosotros— Masculló, tomando una mano pequeña del chiquillo y poniéndola en su corazón.

Ambos se sumergieron en un aura de paz, compartiendo su corazón por las manos, entendiendo que ahora eran ellos dos contra el resto.

Entendiendo que ya no tendrían noches solitarias. Y que, si todas ellas se apilaran para tapar el sol, tendrían la luz del saber que son amados.

Amados mutuamente. Con el corazón desnudo y el alma al tacto. Siendo ellos.

|[Silencio Profundo]|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora