—No puedo creer que hayas hecho eso, Derek— El de ojos azules estaba sentado frente al escritorio de su padre, mirando sus brillantes zapatos de charol mientras se raspaba los dedos con las uñas, sacándose padrastros dolorosos. Se detuvo cuando se arrancó uno que empezó a sangrarle, pero siguió sin hablar —Sabías qué estaba pasando entre ese muchacho y ese profesor. Debiste decírmelo, así hubiera despedido de inmediato a Robert y hubiera expulsado al chico...—
—Walter no tuvo la culpa— Lo interrumpió, alzando la vista. Su padre, el rector y querido sacerdote lo estaba mirando fijamente, con ojos de padre de un hijo pródigo —Le fue muy fácil caer en los brazos de la primera persona que no lo tratara como una mierda. El verdadero responsable es Robert. Él es el que intentó abusar de un chico. Daniel está limpio— Abogó Derek, sin bajarle la mirada a su padre, que solo le dio un sorbo a su café, que ya estaba frío —No voy a expulsar a Walters, porque he leído su expediente familiar y no quiero agregarle más problemas con su padre. Pero quiero que me hagas un favor, hijo mío— El hombre se ponía muy teatral de vez en cuando al dirigirse a él. Casi siempre le decía "Hijo mío" "Amado hijo" o cosas de ese estilo. Hacían que Derek se sintiera atrapado en un maldito relato de la biblia —¿Qué quiere que haga? — El de ojos azules ladeó la cabeza mientras cruzaba los brazos, dando a entender que no le importaba mucho lo que el hombre dijera desde ese momento —Quiero que estés cerca de él en todo momento. Ahora que lo has expuesto, se encuentra vulnerable. Protégelo—
—Eso es muy hipócrita de tu parte, considerando que estás en un culto donde lo quieren ver muerto— La mirada fría del chico se clavó en los ojos temblorosos de su padre. Estaba temblando de miedo como siempre lo hacían, por miedo a las personas; por miedo de Dios —Solo aquí en la escuela... solo donde yo todavía tengo el control— Le pidió, de nuevo. Harold era un hombre bueno que tenía sus razones para hacer el mal. Pero eso era algo que su hijo no entendía —Vale, de todos modos. ya me había tomado ventaja. No dejo que nadie lo toque a cambio que él me haga favores— Dijo Derek mientras se levantaba de su silla y caminaba despacio a la puerta de la oficina de su padre —¿Qué clase de favores, hijo? — La pregunta botó en las paredes, llegando a él en un chasquido, dejándolo un poco mal parado porque no tenía una mentira para la ocasión —No es algo en lo que tú te tengas que meter—Selló, cerrando la puerta detrás de él, dejando a su padre medianamente inquieto en su escritorio, deseando que su hijo apreciara un poco más lo que hacía por él.
Derek salió de la oficina de su padre, solo para toparse con que Lucille estaba afuera, esperándolo. Mirándolo con esos ojos inexpresivos que se empezaban a adherir a ella como sanguijuelas a los brazos para chupar la sangre —¿Qué haces aquí? — La voz del de cabello negro y corto se escapó apenas en un suspiro, sintiendo como su corazón se aceleraba. No quería admitirlo en voz alta, pero la mirada gélida de esa muchacha sobre él lo intimidaba, lo hacía sentir gentilmente atacado y amenazado. Le tenía un respetuoso miedo —Supuse que tu habías sido el que puso la grabación— La chica pelinegra se cruzó de brazos, girando los ojos y posándolos en el suelo, percibiendo como lo estaba haciendo sentir en ese momento —¿Qué con eso? — Bufó, sin querer darle importancia —Perdiste una oportunidad de oro. Pudimos chantajearlo con eso. Pudiste ser más listo— Gruñó ella, mirándolo de nuevo, pero ahora con ojos de ira encendida —Pero si se me olvida que estoy tratando con un tipo calenturiendo de 18 años— Renegó mientras se relamía los labios y los chasqueaba exasperada —Quiero que metas a ese niño estúpido al culto de una u otra forma. No me importa qué es lo que tengas que hacer. Quiero que lo quiebres, que lo rompas, que lo arranques de sus principios y lo hagas conocer el infierno en carne para que llegué deshecho y desesperado a la Casa de Astaroth. Necesito que lo hagas sentir tan perdido que el único camino que le quede sea el nuestro— Con la voz agresiva y un par de picotones en el pecho, Lucille estaba intimidando a Derek. Una chica de un metro cincuenta y seis de altura intimidando a un muchacho de dieciocho años y un metro noventa. Pareciera ridículo para quien mirara la escena, pero la verdad era que el fuego en los ojos de Lucille quemaba como el mismo infierno. El mismo infierno en el que su padre ardía y al que mandaba a su hermano cada vez que lo traía de nuevo.
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|[Silencio Profundo]|
Mystery / Thriller×Boy's love ×Contenido adulto (violencia y escenas de sexualidad) ×abuso sexual ×paranormal Daniel tiene 17 años, un padre que lo odia y un hermano que lo cree culpable de la muerte accidental de su madre. Cuando Wilson Walters, su padre, decide qu...