× g i n e b r a ×

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La Mansión de los Huérfanos Enfer se veía demasiado tétrica cuando se veía desde afuera y por la noche. Era como la casa de un Conde Vampiro. Damon se bajó del coche antes que su hermana y le abrió la puerta para que ella bajara —Damon, quiero pedirte un favor...—

—Dime—

—Quiero hablar con papá— Lucille le dio una mirada que su hermano sabía interpretar perfectamente —Está bien, espérame en el sótano— Le dijo, al tiempo que comenzaba a caminar hacia la casona, y su hermana tras de él. Damon se dirigió a su dormitorio, sentándose en su cama y viendo por la ventana. Soltó un suspiro pesado —¿Por qué este niño me habrá dibujado?—Se preguntó sin desear una respuesta. Usualmente esperaba que las personas que le daban buena finta fueran buenas, pero siempre terminaban siendo seres desagradables que sólo buscaban el beneficio propio. Dejó el dibujo en su cama, mientras se desvestía lentamente, preparándose para la sesión que tendría con su hermana.

Lucille esperaba impaciente, sentada en uno de los escalones del sótano, rascándose la cabeza y pensando en lo que le iba a decir a su padre. Realmente, no quería decirle nada importante, pero quería hablar con él —Vamos— Escuchó a su hermano tras de ella mientras él bajaba los escalones con el torso descubierto, dejando ver la ouija que tenía tatuada en la espalda, en sus formados omoplatos y músculos que se conjugaban con su perfecta estructura ósea. Lucille bajó, siguiéndolo mientras sostenía fuertemente el puntero en sus manos —Recuéstate en la mesa, hermano- Pidió ella, dulcemente mientras Damon obedecía. Era su hermana menor, la viva imagen de su madre, hermosa y sofocada por el dolor. No le podía negar nada. 

Si le pedía matar, mataría. Si le pedía morir, moriría. 

Cualquiera creería que al pensar así estaba exagerando, pero los hermanos Enfer sólo se tenían mutuamente en el mundo, y eso se comprobó cuando ella le pidió que se tatuara la ouija en la espalda, para que pudiera hablar con su padre. Damon se recostó en la mesa, dándole toda la disposición a su hermana sobre su espalda, mientras ella ponía el frío puntero contra su piel tibia y él se quejaba —Con el corazón puro nos reunimos, en los ojos de los ancestros y en las espaldas de los venideros. Deseo saber, si mi padre está aquí— Conjuró ella, con la voz baja, esperando una respuesta del oráculo, con las manos temblando y sintiendo como su hermano vibraba al tiempo que el puntero se movía hacia donde se señalaba un "sí'. Ella se emocionó fuertemente, mientras sonreía y su hermano podía sentir su sonrisa sobre el puntero y la presión sobre sus manos —Papá— Llamó Lucille, al tiempo que Damon tosía, tosía fuerte —Hija— Dijo, con la voz del hombre muerto que estaban contactando a través de su cuerpo —Padre, hoy ha pasado algo horrible, un tipo nos ha encontrado en el bosque, nos vio a los del culto...—

—Eso es terrible— Lucille se había quitado de encima de su her,ano, dejando al espíritu de su padre ligeramente libre por la habitación  —Deberían matarlo— El hombre miró a su hija, de una manera que podría lacerarla —Deberías matarla—  Dijo, en un tono más frío mientras veía el espíritu de Damon tomaba el lugar que su padre tenía en el infierno, cediéndole su cuerpo, su alma y su espíritu para complacer a su hermana —No puedo hacerlo, padre... no puedo matar personas, sabe que eso no es lo mío— Lucille bajó la mirada, sintiendo lo decepcionado que se sentiría su padre en ese momento, pero el hombre no dio una respuesta, sólo observó a su hija detenidamente —No crié a una chica débil- El tono frío de Stan Enfer caló a su hija, demasiado fuerte, tomando su rostro entre sus manos, haciendo que le recorriera el calor del tacto por la piel de su hija —Pero tampoco crié una asesina— Completó, dándole tranquilidad al pecho de Lucille mientras se acercaba a él para abrazarlo. Aunque fuera en el cuerpo de su hermano, amaba sentir a su padre de nuevo con ella —Te extraño demasiado. Cada día, cada noche. Dejaste un hueco que es muy difícil de llenar solo con estos momentos en los que tomas en posesión el cuerpo de mi hermano— Murmuró ella, ronroneando como gato contra la piel desnuda de su pecho. El hombre la tomó entre sus brazos, abrazándola fuertemente —Debo irme ya, cariño— Le dijo con suavidad mientras le sobaba la cabeza y dejaba un beso en su coronilla. La chica de cabello negro se aferró a su hermano fuertemente, antes que su padre lo abandonara por completo. El espíritu de su padre se fue, dejando el espacio de su hijo para que él volviera. 

|[Silencio Profundo]|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora