× f l o r e s×

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La carretera caminaba aprisa, con las hierbas y flores moviéndose al son del viento que las acariciaba. Daniel estaba sentado en el asiento del copiloto, sabía que no había pasado mucho tiempo, unas dos o tres canciones de Foster the People era lo que llevaban de camino. Volteaba a ver a cada tanto a Damon, que permanecía con los ojos al frente. Le gustaba como se veía, serio, tranquilo. Sonrió de lado, contento y viendo como los arboles crecían al paso que avanzaban, adentrándose al bosque que estaba siendo iluminado doradamente por la luz del sol que iba de salida

—Haremos una parada aquí y seguiremos ¿Está bien? — Dijo Damon, mirando a Daniel que estaba recargado en la ventana, orillando el coche y metiéndose una mano al bolsillo. El pelinegro se encogió de hombros, saliendo del auto —Vale, quiero estirar las piernas antes de salir a autopista y no poder detenernos— Mencionó, tronándose el cuello y alzando los brazos, estirándose —Vamos— Invitó el de cabello rojo, dándole la mano, entrando al bosque a plena luz del día, a un lado de la carretera.

La perilla de la puerta principal no abrió, así que ella le pidió a Derek que la tumbara de una patada —Es tu casa ¿No tienes llaves? — Preguntó él, sobándose el hombro mientras se levantaba del suelo y ella pasaba a un lado, entrando a la vacía morada —Creo que las dejé en mi habitación— Dijo, apática. Miró alrededor, sintiendo el silencio y la soledad que reflejaba —Buscaré en la parte de arriba, tú busca en abajo— Ordenó, subiendo las escaleras, Derek soltó un suspiro, sabiendo que no se podía oponer.

Lucille recorrió el pasillo, rosando las paredes con sus uñas largas y negras, abriendo la habitación de sus padres, que estaba sola desde hace mucho tiempo; la de su abuela, que aún hedía a ella y la de su hermano que estaba vacía, pero olía distinto. Entró en ella, mirando; pero todo parecía estar normal, sin cambios. A excepción de la cama, el olor de la cama. Lucille conocía perfectamente el olor del cuerpo de su hermano, como olía su sudor, como olía su saliva, sus lágrimas, pero ese olor era diferente al de él. Se recostó en la cama, pegando la nariz a sus sábanas, olfateándolas. Olían a algo más.

Olían a alguien más.

Apretó los puños, sintiendo como la ira le recorría el cuerpo —¡Hijo de las mil putas! — Soltó un grito que le erizo la piel a Derek, que estaba en el sótano, asustándolo y haciéndolo subir las escaleras rápidamente —¿Qué pasa? — Le preguntó cuando la vio sentada en el sofá de la sala, rechinando los dientes, empuñando un cuchillo y su túnica en una mano—Tu maldita zorra estuvo con mi hermano anoche—Dijo, enojada y pegándole en el pecho con la carta que había encontrado en su cama, del puño y letra de su amado hermano — Me enamoré de alguien, Luci. Espero que lo entiendas. Huiremos juntos— Arremedó, apretando los dientes y con veneno en su saliva— Cree que puede huir y dejarme atrás por un idiota que suda grasa— Sus mejillas estaban tan rojas como las llamas del infierno —Ese imbécil cree que puede robarme a mi hermano. Cree que puede llegar y llevarse algo que no es suyo ¡Cree que me lo puede quitar! — Los ojos de Derek estaban entrecerrados, preparados para el impacto de una de las manos de Lucille contra su cara o pecho, pero ella solo estaba sacudiendo frenética los brazos, histérica. Colérica. Molesta y furiosa —Pero no lo va a lograr— Susurró — Yo no quería matarlo... pero ahora, esto es demasiado— Fulminó, empuñando con fuerza el cuchillo y saliendo de la casa —Luci, pero, si ellos se han ido ¿Cómo crees que sabremos dónde están? — La chica de los ojos negros lo miró, dándose la vuelta para que chocaran sus miradas —Lo conozco muy bien— Musitó, indicándole con la cabeza que lo siguiera hasta su coche.

Derek estaba asustado por lo que les podía hacer, pero no podía decirle nada porque también estaba asustado por lo que le podría hacer a él —Luci... ¿Por qué no solo lo dejas ir? Es tu hermano, merece ser feliz— Ella estaba frente al coche, solo torciendo la boca en diferentes lados, como hacía cuando pensaba —Ya me deshice de un estorbo en el pasado, no pienso ablandarme ahora— Dijo, franca y acercándose a la cajuela del carro, sacando un galón de gasolina —No creo que la necesitemos para llegar hasta donde ellos— Mencionó mientras la derramaba frente a la puerta principal de la casona —¿Qué haces? — El chico del cabello negro la vio desde lejos, sin querer detenerla o ser partícipe de lo que estuviera haciendo —Lo que quise hacer desde que tenía quince— Admitió, sacando una carterita de cerillos de su bolsillo, que ella siempre usaba para quemar cosas como cartas o fotos. Pero ahora la usaba para quemar su casa.

Dejó uno caer y se fue corriendo para subirse al coche con Derek, quien acelero. Lucille reía histérica, mirando por el retrovisor como todo era consumido por el hambre abrasador del fuego, sabiendo que la ama de llaves y Margo estaban ahí aún, sabiendo que con esa madera vieja se iban los secretos de su padre, el fantasma de su madre y el recuerdo de su maldita abuela. Y ahora solo quedaban ella y su hermano.

—Vámonos— Dijo, subiéndose al coche, mirando como Derek solo la seguía por miedo, sabiendo que podía obligarlo a hacer cualquier cosa. Sabiendo que podía romper su voluntad. Sintiéndose dichosa con eso.

Derek aceleró, siguiendo el instinto de Lucille. Siguiendo las pisadas de su hermano.

Daniel y Damon estaban recostados entre las hojas, abrazados mientras el tatuado sostenía un ramillo de flores que había recolectado en el camino en una mano, compartiendo un beso. Se habían detenido en el medio del bosque para descansar un momento, mientras aún había luz; disfrutando ese último recuerdo que tendrían de esa ciudad —Danny, quiero darte algo— El de cabello rojo se sentó, mirándolo detenidamente, hincado frente a él —Vale— Masculló Daniel, hincándose igual frente a él. Damon estaba temblando, se sentía nervioso. En algún momento de su vida se había prometido no volverse a enamorar, y ahora estaba ahí; huyendo y dejando todo atrás con ese chiquillo de ojos bonitos.

Daniel lo miró, esperando. El pelirrojo le devolvió la mirada, chasqueando los labios, soltando un suspiro. Tomó la mano de Daniel, acariciándola, como si fuera lo más preciado que tenía en ese momento; saco el anillo de su bolsillo, poniéndolo en su dedo anular. Los ojos verdes de Daniel lo miraron, al tiempo que temblaba —Me di cuenta que te amaba cuando olvidaste una vez tu diario en mi casa. Lo leí por una u otra razón— Dijo, apenado, sintiendo la mirada interrogante de Daniel. El pelirrojo se le acercó, poniéndole una flor del racimo en el cabello, y luego otra y otra

—Y recuerdo todo, y todo lo que sentí cuando lo dejé de lado con el corazón roto. En ese momento yo no quería aceptar que te quería, pensaba que solo podríamos ser amigos casuales. Pero después, te colabas en mis pensamientos. Me veía pensando en ti cuando no pensaba en nada y terminaba recordando tu sonrisa cuando pensaba en algo importante. Me estabas volviendo loco y más porque estabas con alguien más. Y me di cuenta que te amaba porque era feliz cuando eras feliz, cuando reías y cuando te sentías seguro, respetaba tu espacio y entendía tus miradas, supe que te amaba porque eras lo primero en lo que pensaba cuando despertaba y eras la voz que quería escuchar siempre. Y, ahora no quiero pasar un día sin que tu luz ilumine mi pecho y sin que tus manos toquen mi cara y mis labios— Una mano del pelirrojo tomó la de Daniel, que estaba con los ojos vidriosos, mirando como su amado chico de cabello rojo lloraba también —Daniel... sé que somos muy jóvenes, pero quiero que vivas conmigo el resto de mis días. Quiero que seas mi reloj, mi tiempo y mis planes. Te quiero siempre en mi vida— El pelinegro sonrió, limpiándose la nariz con una manga, llorando suavemente, acercándose a Damon, dándole un beso —¿Me estas pidiendo matrimonio? —

— Algo así, es una forma de verlo. Hay un anillo de por medio—

—Me caso contigo, Damon. Mi alma se casa contigo— Dijo, juntando sus frentes compartiendo el último rayo del sol que se escondía detrás de las calmadas colinas — Regresemos al coche— Pidió, amable mientras lo ayudaba a levantarse, tomados de la mano, caminando a la salida del bosque.

|[Silencio Profundo]|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora