13.- El trato imposible

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Lindsay

—Es muy fácil —me dijo la pelirroja mal teñida—. Metes las cosas aquí, pones una pastilla y pulsas el botón de encendido.

—Sí, suena fácil. —Puse los ojos en blanco. Fácil y aburridísimo.

—Cuando pongas el lavavajillas tienes que esperar a que acabe.

—Parece lógico —murmuré.

—Pero no puedes esperar aquí plantada. En general, es conveniente no quedarte parada en ningún momento.

—Lo tendré en cuenta.

—Puedes limpiar las mesas o lo que sea cuando no tengas nada mejor que hacer. Ya verás que es muy fácil y en cuanto cojas el ritmo se te pasará el tiempo muy rápido. Los jefes además son geniales, aunque no suelen estar por aquí.

Le dirigí una sonrisa algo tensa. Estaba de acuerdo en que mis padres no estaban mucho por allí.

Por suerte, ellos no le habían contado a la gente de su hotel que me iban a enchufar ahí, pero supuse que no tardaría en enterarse todo el mundo, esas cosas acababan sabiéndose. Y para mí mejor, a lo mejor así tenía una excusa para dejarlo.

Andrea entró cuando la chica me estaba explicando como servir las mesas y otras cosas que no escuché mucho. No podía ser tan difícil, ¿no?

—¿Cómo va la nueva, María? —preguntó Andrea a la pelirroja con una sonrisa.

—Muy bien, con muchas ganas —mintió por mí, con amabilidad.

Estuve a punto de bufar, pero me controlé.

—¿Cómo lo ves? —me preguntó.

—Aburrido —reconocí, haciendo reír a Andrea.

—Vamos, que te enseño dónde está el vestuario, firmas el contrato y después te vas a casa —me ofreció—. Mañana empiezas.

La seguí en silencio. Andrea me llevó hasta la zona de empleados y cruzó las puertas del vestuario para enseñármelo.

—¿No me puedo quedar uno de los despachos? —pregunté, cuando me pasó un candado y buscó una taquilla vacía para mí.

—No, pero lo tendré en cuenta si se queda alguno vacío —bromeó.

Andrea se encargaba del hotel mientras mis padres no estaban. Bueno, seguramente cuando estaban también se encargaba de él. No solíamos vivir mucho tiempo en Madrid, la verdad. Mi padre se acercaba una vez al mes más o menos, pero solía ir un día o dos y volver.

—Esa taquilla se atasca, Andrea.

Me sobresaltó la voz de una chica que entró al vestuario en ese momento.

—¿Y cuál está vacía y funciona, Tina?

—Pues... —Empezó a probar taquillas—. Podrías aprovechar que está el mandamás aquí y pedirle una renovación. Que está todo hecho una mierda.

—Haré lo que pueda —aceptó ella.

Yo las miré con el ceño fruncido, ¿mi padre estaba en el hotel? No le había visto, pensaba que se había quedado en casa preparando el viaje, porque se iban a la mañana siguiente.

—Aquí hay una, chiqui —me llamó la chica.

No es que tuviera nada que guardar en la taquilla, así que le puse el candado y me guardé la llave. Andrea le dio las gracias y la chica le dirigió una sonrisa, antes de empezar a cambiarse de ropa.

—¿Vamos a firmar el contrato?

Seguí de nuevo a Andrea con un suspiro. Yo no quería firmar el contrato, solo quería volver a Nueva York. Y cuando abrió la puerta de un despacho y vi a mi padre sentado tras el escritorio, quise largarme de allí. Me di la vuelta y todo, pero Andrea me sujetó antes de que pudiera escaparme.

El nombre de las estrellas - Bilogía Estrellas 1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora