25.- La eterna sobrante

499 113 12
                                    

Lindsay

Mi abuela pidió un té para las dos, aunque yo lo que quería era quitarme los tacones y meterme en la cama. Estaba cansada de tantas horas de pie, aunque no tenía sueño, todo aquello me emocionaba demasiado como para dormir. Pero mi abuela me había pedido que fuese a tomar el té con ella, así que había obedecido sin rechistar. Estaba muy agradecida porque me hubiese dado aquella oportunidad de trabajar de algo que me gustase. Estaba harta de fregar vasos.

—¿Por qué querías tomar el té? —pregunté, después de diez minutos al menos de remover el té sin que dijese una palabra.

—Porque soy inglesa, querida.

—¿Y yo por qué estoy aquí? —bromeé.

—Porque tienes al menos un cuarto de sangre inglesa.

—Uf, las matemáticas las dejamos para Kevin, que le gustan mucho.

—Ah, Kevin. ¿Qué pasa con él?

—¡¿Te puedes creer que me ha dicho que uso una XL?! —resoplé frustrada y evité la pregunta de mi abuela.

—¡No! ¿Un hombre que no entiende de ropa? Al menos es guapo, querida, no te cansarás de mirarle, es como unos zapatos nuevos.

—Los zapatos dejan de ser nuevos muy rápidos —recordé cabizbaja.

—¿Te gusta, Lindsay?

—¡No! Es un creído, idiota y... y... demasiado perfecto, desesperantemente perfecto.

Mi abuela se rio un poco y le dio un trago al té, como si tuviéramos toda la noche. Yo bostecé para que entendiese que me aburría.

—¿Sabes cómo llamaba tu madre a tu padre?

—Cosas empalagosas, seguro.

Saqué la lengua asqueada, aunque siempre me había dado un poco de envidia lo mucho que se querían. En ocasiones, cuando era más pequeña, no podía evitar pensar que se tenían el uno al otro y que yo sobraba. Quizá por eso me había centrado tanto en mis amigos y había dejado de hacer cosas con ellos. Y ahora me daba cuenta de que también sobraba para mis amigos. Quizá, yo estaba destinada a ser la eterna sobrante.

—Decía que era un gilipollas presuntuoso —se rio con ganas—. Se escapó de Nueva York a Londres para huir de él.

—¿Mi madre? —Fruncí el ceño, sin creérmelo.

—Sí, los comienzos nunca son fáciles. ¿Qué te pasa con Kevin?

—Me voy en cuatro meses.

—No he preguntado eso.

—¿Y qué más da, abuela? Yo no le gusto, y él no me gusta. Solo... Pasamos mucho tiempo juntos y eso nos ha confundido...

—Veo que eres igual de tonta que tu madre...

—¡Abuela! —me quejé.

—¿Por qué vas a volver a Nueva York?

—Porque vivo allí.

—No, ahora mismo vives aquí, en este hotel, y si no, en Madrid. ¿Por qué quieres irte a Nueva York?

—Todos mis amigos están allí.

—¿Te refieres a esos amigos con los que te pierdes en el mar durante tres días y te dan drogas hasta casi matarte...?

—Sí, a esos —resoplé—. Nadie me obligó a tomar nada.

—Podías haber muerto.

—Lo sé, créeme.

—Y quieres largarte de un lugar dónde te tratan bien, son buenos contigo y te aprecian, para correr con tus amigos los drogadictos.

El nombre de las estrellas - Bilogía Estrellas 1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora