30.- El muñeco diabólico

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Lindsay

No conseguí divertirme del todo después de que Kevin me llamase Lindsay y no Linda. ¿Estaba enfadado conmigo? No estaba segura de que había hecho para molestarle, pero la idea no me dejó divertirme del todo.

—¿Estás bien, Linds? —me llamó Valery, pero no me dejó responder antes de tirar de mi mano para intentar entrar en una discoteca con el resto de nuestros amigos.

—Sí —murmuré a su espalda, mientras nos ponía en la cola.

Habíamos salido a cenar, aunque yo les había ofrecido pedir pizzas. Me habían mirado como si me hubiese crecido una segunda cabeza al decirlo y yo misma me sentí rara. ¿Tanto había cambiado en el tiempo que llevaba allí? Al final, salimos a cenar a un sitio muy caro que no me había saciado. Seguramente había engordado desde que había llegado y todo era culpa de Kevin. Y, aun así, no podía dejar de pensar en él.

Enseñé el carné falso en la puerta y entré con el resto de mis amigos y sus propios carnés. Al final, ni Kevin ni mi padre, me habían quitado el carné, pero me hubiese gustado no poder entrar. No tenía ganas de beber. Prefería sentarme en el césped de casa con mis amigos para charlar, quizá con unas patatas fritas. Tenía hambre. Y encima hacia un calorcito muy agradable, no me apetecía meterme en un local repleto para empezar a sudar.

—Valery y Brody se han liado —me dijo Caro de pronto, en español, era la única de mis amigos que me hablaba en ese idioma.

Su madre era cubana y ella había sacado su piel oscura y sus ojos negros, aunque se hacía un alisado permanente y llevaba el pelo teñido de un poco favorecedor rubio. Los abuelos de mi amigo Pancho eran mexicanos, pero él solía renegar de sus orígenes y, aunque estaba segura de que nos entendía perfectamente, nunca había tratado de hablar con nosotras en español.

—Me lo imaginaba...

No logré que aquello me molestase tanto como debería. Dolía, sí, pero sabía que pasaría. Cuando mis padres me dijeron a toda prisa que nos veníamos a Madrid, apenas pude despedirme de mis amigos. Y, aun así, a Brody le había dado tiempo a plantearse toda nuestra relación de un año y medio para sugerirme que mejor lo dejásemos hasta que volviera.

Sin embargo, no iba a hacer nada. Observé a mi exnovio mientras pedía chupitos para los cinco. Y no logré entender por qué le había valorado más que a mis amigas. Era guapo, sí, pero había descubierto que me gustaban más los pueblerinos morenos con greñas. Y sonreí como una idiota al pensar en Kevin.

Brody malinterpretó mi gesto, y me devolvió la sonrisa. Valery se inclinó sobre él y le dijo algo muy cerca. Yo saqué mi móvil para ver si tenía algo de Kevin, pero no me había dicho nada. Me lo planteé un segundo y luego decidí escribirle.

Yo: He pasado delante de una peluquería y me he acordado de ti.

Decidí que meterme con él era la forma más rápida de conseguir que me hiciera caso. O eso esperaba al menos. Comprobé que había escrito un buen rato atrás en el grupo que teníamos con Stesha y Vicky, pero solo para decirle a su hermana que Sisi no dejaba de ladrar. Había acabado el mensaje con un: «¿a ver si no es una rata y es un gato?». Y yo me partí de risa con esa tontería. Sin embargo, el mensaje era de la tarde y después de eso no había vuelto a decir nada. Ni siquiera a mí, aunque solía escribirme muy a menudo.

—¿Qué pasa? —Brody me habló con su perfecto inglés, pasando un brazo sobre mis hombros y acercándome un chupito—. Me ha costado un montón que me entendiese la camarera. Ya podían aprender un poquito de inglés.

—O podrías haber aprendido tu algo de español en el año y medio que fuimos novios —sugerí, pero me bebí el chupito de un trago. Me ardió la garganta cuando el líquido descendió por ella.

El nombre de las estrellas - Bilogía Estrellas 1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora