2.- Mi primer infernal día como pobre

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Lindsay

—Lindsay, cariño. —El golpeteo de la puerta me despertó más que el susurro de Andrea—. Tienes que levantarte ya, para no llegar tarde a clase.

—No me encuentro bien. —Me di la vuelta en la estrecha cama y estuve a punto de caerme por el borde. Mi cama de Nueva York era al menos el doble de grande.

Andrea se acercó a mí y me apoyó la mano en la frente con cariño. Me hubiese gustado que ella fuese más borde para poder mandarla a paseo, pero la verdad es que siempre había sido muy buena conmigo.

—Voy a prepararte el desayuno. —Desestimó mi enfermedad muy rápido—. ¿Quieres algo especial?

—Dormir —murmuré.

Andrea se rio un poco, pero no se dio por vencida.

—Te acompañaré al instituto antes de ir a trabajar.

—¿Me vas a llevar a la puerta de clase? —Me senté bruscamente—. No puedes hacer eso...

—Te dejaré a quinientos metros del centro, no te preocupes —se rio de nuevo—. ¿Qué quieres desayunar, Lindsay?

—Algo bajo en grasa. ¿Tenéis pan integral?

—Me temo que no... ¿Quieres que vayamos a comprar después de que salga del trabajo?

—¿No tenéis alguien que hace la compra? —Arrugué la nariz asqueada.

—Sí, a mí.

—Me imaginaba que el tío Carlos ganaría poco como policía, pero pensaba que mis padres te pagaban bien...

—Carlos es inspector, gana bien, Lindsay. —Andrea se puso un poco seria y me pregunté si la habría ofendido, pero ¿qué culpa tenía yo si ella se comportaba como la chacha?—. Y tus padres son muy generosos con el salario. Pero me gusta ir a comprar lo que me voy a comer. Así puedo planificar mi calendario y esas cosas. Iremos a comprar lo que a ti te guste después de comer, ya verás como mola un mercado por dentro.

No tuve muy claro si se estaba riendo de mí, pero salió de nuevo de la habitación. Yo me levanté de la cama y recogí ropa limpia para cambiarme. El día anterior me había llevado un disgusto horrible al descubrir que no tenía un baño para mí sola, pero al menos solo tenía que compartirlo con Héctor y tenía cerrojo. El piso de mis tíos era grandecito para el poco dinero que parecían tener.

Era triste ver que una persona con un buen trabajo en un hotel, de mi padre por cierto, como Andrea, tuviese que limpiar y hacer la compra de su propia casa. Si yo tuviera un marido no le permitiría ganar tan poco dinero como para que yo tuviera que encargarme de ese asco de tareas.

Me quise dar una larga ducha, pero no había ni acabado de lavarme el pelo por segunda vez, con mi champú de papaya favorito cuando alguien empezó a llamar a la puerta. Apagué el agua, para enterarme de lo que pasaba.

—¡Qué llegamos tarde, Lindsay! —me gritó Andrea.

Resoplé y acabé de aclararme y lavarme todo lo rápido que pude antes de salir de la ducha. Como supuse que no iban a darme tiempo para alisarme el pelo, una vez que salí de la ducha me lo ricé con espuma y el secador. Y cuando acabé empecé la ardua tarea de maquillarme.

—¡Tengo que entrar al baño! —Héctor golpeó la puerta, cuando empecé a ponerme las medias.

—¡Qué ya salgo! —grité cabreada.

Me puse unos pantalones cortos y un top ajustado, debajo de una camiseta de manga larga de color blanco y transparente. Acabé con unas botines de tacón alto y me miré satisfecha al espejo. Estar en África no iba a acabar conmigo.

El nombre de las estrellas - Bilogía Estrellas 1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora