17.- Calabazas

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Lindsay

Kevin se había encontrado con sus amigos, que estaban en una de las esquinas de la discoteca. Yo me había aferrado a mi daiquiri. Necesitaba el alcohol para olvidarme del viaje en metro con Kevin. No entendía por qué había reaccionado así porque me tocase, jamás había sentido esas cosas.

Cuando me tocó los muslos me hizo cosquillas, pero al rozarme con los pulgares había empezado a arderme el vientre. Y al besarme el cuello me había puesto la piel de gallina. Si no hubiera entrado gente, seguramente no hubiese podido parar. Y jamás había perdido el control así. De hecho, aún podía sentir sus manos enormes tocándome y sus dedos sobre mi pezón...

Le di otro tragazo a la copa hasta acabármela y me supo a poco. Pero ya me había tomado dos cervezas, dos chupitos y una copa, por lo que deduje que lo mejor era parar. No quería que Andrea le contase a mis padres que había llegado borracha.

—¿Quieres otra copa, guapa? —me ofreció uno de los amigos de Kevin. Aunque no lo dijo en plan baboso, de hecho, me sonrió de forma amable.

—No, déjalo —me negué.

—Ahora es una buena chica, no bebe y no se porta mal —bromeó el greñas pasándome un brazo sobre los hombros.

—Haría lo que fuera por perderte de vista —aseguré con un parpadeo inocente que le hizo reír.

Aunque allí estaba, con sus amigos, mientras los míos me habían ignorado los tres mensajes que les había mandado desde que habíamos salido del trabajo. Saqué el móvil para comprobar de nuevo que no tenía mensajes y volví a sentirme fatal.

—Voy al baño —me disculpé, pasándole mi copa vacía.

No estaba segura de sí me había dicho algo, pero no le escuché. El baño tenía cola, pero solo quería mirarme al espejo, así que me metí a empujones casi, aquel sitio era enano. Tenía los ojos algo rojos, aunque quizá era por el cansancio y el alcohol. Y el maquillaje se me había estropeado un poco, pero Sara no me había dejado coger el bolso, así que no tenía con qué retocármelo. Me ordené un poco los pelos que se me habían escapado del moño y saqué el móvil para llamar a Valery, mi mejor amiga.

Me lo cogió la segunda vez que la llamé y por la música me quedó claro que ya estaban de fiesta. Había investigado y en Nueva York eran unas seis horas menos, así que debían ser sobre las nueve por allí.

—¡Linds! —me gritó emocionada en inglés—. ¡¿Cuándo vuelves, cariño?!

—En seis meses como mucho —respondí con una sonrisa. No es que se hubieran olvidado de mí, es que estaban muy liados, seguro—. ¿Cómo estás?

—¡De fiesta! ¿Qué tal por África?

—Mejor de lo que pensaba... —No quise entrar en detalles. No sabía cómo hablar de todo lo que me estaba pasando.

—¡Me alegro mucho! ¿Sabes que me han comprado el descapotable? —Pegó un grito de emoción que no pude compartir.

Seguramente con mi nuevo sueldo, jamás podría tener un coche. ¿Cómo lo hacía Kevin para tener esa moto enorme?

—¿Está Brody por ahí? —pregunté.

—No, cariño. Hemos salido solo las chicas. Ellos se han ido por otro lado —explicó—. Oye tengo que colgar, que están sacando el champán. Hablamos otro día, bonita.

Me colgó sin más despedida y sin dejarme decir nada. Llamé a Brody entonces, cinco veces seguidas, pero no me respondió. Supuse que la música no le dejaba oír el móvil, pero me sentí completamente abandonada. No solo mis padres se habían librado de mí, también a mis amigos parecía darles igual.

El nombre de las estrellas - Bilogía Estrellas 1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora