18.- Excursión a la montaña

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Lindsay

—Pero ¿qué obsesión tenéis en esta familia con caminar? —me quejé con un resoplido, mientras Victoria me tendía una mano para ayudarme a subir sobre unas rocas.

—Merecerá la pena, ya verás.

—Lo dudo mucho —dije muy bajito, haciéndola reír.

Había aprendido algo de esa gente en el tiempo que llevaba allí. Cuando se proponían algo, lo conseguían. Y cuando querían obligarme a algo, hacían team en mi contra.

Kevin había estado organizando durante quince días aquella «visita al campo». Yo le dije una y otra vez que conmigo no contase. Lo más cerca del campo que me gustaba estar era el césped artificial de la piscina. Y él se limitó a mirarme con una sonrisa engreída durante las dos semanas. Ahora pasábamos mucho tiempo juntos para estudiar y, por cierto, comprobé con mucha satisfacción, que se le daba fatal el inglés, era un consuelo saber que no era perfecto en todo.

Y llegada la mañana del sábado que se iban al campo, Kevin había aparecido en mi habitación para despertarme. Le grité que se largase, que me dejase en paz y le tiré la almohada, asegurándole que prefería tirarme por la ventana que acompañarle.

Cuando salió de la habitación pensaba que se había rendido y me sentí algo mal, últimamente no dejaba de sentir que todo el mundo me abandonaba. Mis amigos ni siquiera habían hecho intento de devolverme las llamadas, ni de escribirme más que frases muy simples y responderme con monosílabos.

Así que me puse rápidamente un vestido y los tacones, sin molestarme en ponerme medias y fui al salón. Allí tenían una reunión enorme, no solo estaban Kevin, Stesha y Vicky, desayunando tortitas. También estaban los padres de Kevin, con Carlos, Andrea y por supuesto, con su hijo Héctor, que me odiaba. Además también estaban Abram y Sara con sus tres hijos. El mayor de ellos tenía más o menos la misma edad que Héctor, o un par de años menos, como mucho y había adoptado la misma actitud que él hacia mí. Sin embargo, las niñas tenían unos siete y cuatro años y eran monísimas. Se me abrazaron nada más verme, aunque se abrazaban a todo el mundo, la verdad.

—No vas bien vestida para el campo, Linda —me regañó Kevin.

—¡Que lástima! No iré entonces.

Sujeté a una de las niñas con una mano y me senté en el sofá, antes de subirlas a mis rodillas, para que me hicieran de escudo. En realidad, me gustaban los niños, me parecían muy nobles y sinceros. Al menos hasta que llegaban a cierta edad. Con los adultos tenía más problemas.

Pero claro, mi escudo humano no impresionó lo más mínimo a Kevin, que parecía decidido a que me picase una araña mutante en el campo.

Se acercó a mí y levantó a la más pequeña, Hebe, entre sus brazos enormes y musculosos, descubiertos bajo la camiseta de tirantes gruesos que llevaba. Levantó a la cría sobre su cabeza, haciéndola reír con ganas. Y yo me mordí el labio al ver todos y cada uno de los músculos de su brazo marcados por la tensión... ¿Estaba mal que quisiera que también me levantase a mí así? Seguro que tenía fuerza suficiente para ello.

Cuando soltó a la primera niña, la otra levantó los bracitos deseando que jugase con ella también. Y claro, Kevin tenía que satisfacer a todas las tías de su entorno... ¿En qué estaba pensando? Tuve que apartar la mirada de sus brazos para resistir la tentación de acariciárselos. ¿Qué hacía con esa camiseta solo? ¿Por qué tenía que haberse quitado la sudadera?

—¿Te toca, Linda? —me preguntó entonces, con una sonrisa, extendiendo los brazos hacia mí, como si pudiera saber exactamente lo que pasaba por mi cabeza.

El nombre de las estrellas - Bilogía Estrellas 1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora