4.- La primera vez que lo supiste

724 129 5
                                    

Victoria

Entré en el taller de mi padre bajándome la capucha de la sudadera que llevaba debajo de la chaqueta. Fuera hacía un frío horrible, aunque dentro no subió mucho la temperatura. Me sacudí el pelo, que sentía algo congelado y busqué a mi padre por el enorme espacio abierto repleto de vehículos.

No lo vi por allí, pero no era raro, porque había un montón de gente por todas partes. Y uno de los mecánicos, o más bien en la moto que tenía medio desguazada sobre una mesa metálica, llamó mi atención al instante. Observé esa preciosidad mordiéndome el labio.

Llevaba desde que tenía uso de razón viendo coches y motos. Mi padre nos había enseñado a mi hermano y a mí los entresijos de los motores desde muy pequeños. Kevin no tenía ningún interés en ellos, pero a mí me encantaba aquel ambiente; el olor a gasolina y aceite, las piezas, las partes de motor...

Eran como puzles que esperaban a ser resueltos y yo quería meter las manos en todos ellos para arreglar sus problemas.

Me acerqué a la moto sin saber casi lo que hacía y observé lo que estaba haciendo el mecánico, en completo silencio. Tardó un par de segundos muy largos en mirarme sorprendido, mientras trataba de encajar dos piezas que a todas luces no iban juntas.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—Sí, estoy buscando a mi padre —reconocí. Estaba segura de que allí todos me conocían perfectamente—. ¿Es tuya? —Señalé la moto.

—¡Ojalá! —se rio con ganas—. Es un pepinazo. Voy a buscar al jefe. —Dejó las piezas que estaba intentado encajar sobre la mesa antes de irse.

Miré alrededor para asegurarme de que nadie me veía y cogí las piezas que había dejado el mecánico. Estaba claro que no encajaban porque le faltaba una en medio que hacía de junta. Busqué entre las que había sobre la mesa y di con la que tenía la forma apropiada. Me di cuenta, tras encajar la primera que la segunda no la tenía ni siquiera en la posición apropiada.

—¿Qué pasa, Vicky? —La voz de mi padre casi me hizo soltar las piezas de golpe.

—¡Hostia! ¡Qué máquina! Las has enganchado —se sorprendió el mecánico, antes de que pudiera ocultar las pruebas de mi «crimen»—. Y yo estoy cegato perdido. Gracias, tía.

—De nada. —Sonreí un poco, mientras me acercaba a mi padre que había extendido un brazo hacia mí tras lanzarle una mala mirada a su mecánico.

Yo eché un vistazo sobre mi hombro para ver que había molestado a mi padre. ¿Qué hubiese unido dos piezas? El mecánico me dirigió una sonrisa enorme. Y seguí sin entender el gruñido de mi padre, que también parecía haber detectado su agradecimiento.

—¿Tengo que despedirle? —me preguntó, cuando me dejó pasar a su despacho delante de él.

—No sé. Me parece un poco radical que le despidas por no saber unir dos piezas, pero es tu taller. —Me encogí de hombros, completamente indiferente.

—¿Por no saber unir dos piezas? Me suda la p... —Tosió un poco para interrumpirse, antes de seguir hablando—. Lo que me molesta es que tonteé contigo.

—No ha tonteado conmigo... —Fruncí el ceño y miré por la puerta para verle un poco más allá. Seguía mirando hacia mí y se pasó la mano por el pelo de punta, manchándolo de aceite. Era un chico joven y supuse que no era feo, pero ni me había fijado en él. No me interesaba lo más mínimo—. ¡Que asco! —aseguré, cuando me sonrió de nuevo.

Cerré la puerta con fuerza y volví a girarme hacia mi padre, que se reía un poco. Se apoyó en el escritorio con aire descuidado y jugueteó con un mechero entre sus manos sucias de aceite mientras esperaba a que yo hablase, supuse.

El nombre de las estrellas - Bilogía Estrellas 1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora