━━ ⦗ philophobia! ⦘
❝ y el amor
tampoco fue
temido. ❞
███████████ 𝙚𝙣 𝙙𝙤𝙣𝙙𝙚
remus lupin nunca se respetó así
mismo como ella lo hizo y aquila black
nunca se amó así misma com...
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X. BIEN.
AQUILA DESPERTÓ POR SUAVES CARICIAS EN SU PIEL. Los rayos del sol del amanecer brillaban a través de las grandes ventanas de cristal y besaban sus rizos negros que descansaban sobre su hombro. Con unos pequeños fragmentos de lo que había pasado la noche anterior fue que Aquila levantó la cabeza del hombro del que estaba apoyada y abrió los ojos.
La ausencia de su cuerpo apoyado contra el suyo hizo que Remus sintiera un repentino escalofrío recorrer su cuerpo y saliera del ensueño en que había caído. Sus ojos subieron hasta sus manos, que estaban entrelazadas con las de ella, hasta sus ojos cerúleos, que hicieron que su corazón palpitara con rapidez y su estómago se revolviera.
―B-buenos días.―balbuceó mientras quitaba su mano agarre, en un pequeño ataque de ansiedad.
Ella le dio una pequeña sonrisa mientras movía su cuerpo, aumentando la distancia entre ellos.―Supongo que nos quedamos dormidos.―murmuró ella, observando la sala de estar del número doce de Grimmauld Place.
Una repentina timidez se apoderó de ella, y sus dedos temblaban ligeramente mientras metía un mechón de su cabello detrás de su oreja.
Con las mejillas rojas, lo miró y sintió que todo en su interior se retorcía; los besos de la noche anterior, la habían hecho sentir cosas que no había sentido durante años y Aquila estaría mintiendo si dijera que eso, fuera lo que fuera, no le provocaba ansiedad. Porque todo lo que estuviera relacionado con Remus Lupin era familiar, pero también extraño.
Pero él ya no tenía veintiún años.
Y ella tampoco.
Ya no eran los dos adolescentes tontos que se enamoraban e iban a beber batidos y a ver películas. No. Los catorce años que habían pasado desde el final de la primera guerra mágica les había afectado. Remus tenía pequeñas manchas grises en su cabello arenoso y Aquila tenía bolsas negras bajos sus cansados ojos. Eran diferentes. Ellos habían cambiado. Y, sin embargo, por alguna razón inexplicable, una simple sonrisa por parte del otro podían hacer que se derritieran.
