XXX. LA MUERTE NO MUESTRA PIEDAD.
AQUILA SOLO LO MIRÓ. Inmóvil. Sin respirar. Sus ojos cerúleos estaban vidriosos, pero aún así, su rostro no mostraba ninguna emoción. Sus palabras se repetían una y otra vez en su cabeza: lo siento, lo siento. Las dos palabras la habían roto, la habían dejado completamente inmóvil, con los pies anclados sobre los escombros y la sangre, con todo su cuerpo doliendo; con sus pulmones rogando por aire.—Lo siento.—él había repetido y Aquila pudo ver el iris de lástima en esos ojos verdes; y también, algo de comprensión. Wildfred sabía el dolor que ella sentía.
El mundo se quedó en silencio y luego, solo escuchó el sonido de alguien diciendo su nombre para sacarla del trance en el que había caído. Ella parpadeó y uno por uno, sus pies se separaron del suelo y comenzaron a moverse hacia adelante.
—Aquila, tal vez no deberías...—en la voz de Wilfred se escuchaba súplica, él no quería que entrara al gran comedor, quería protegerla de todo dolor, pero Aquila negó con la cabeza y testaruda como era, entró al Gran Comedor.
Sus ojos parpadearon.
La primera figura familiar en la que sus ojos aterrizaron fue Molly Weasley, que lamentaba las pérdidas que acababa de sufrir y Aquila soltó un sollozo al ver un cuerpo con el cabello rosa chicle en el suelo.
Sus manos comenzaron a temblar y ella solo quería hacerse una bolita y llorar en el suelo. Porque Nymphadora Tonks no podía estar muerta. No. Tonks, esa chica con el espíritu vivo y la personalidad más alegre en el mundo... no. Tonks, la hija de Andromeda. Dora.
Obligándose a mirar a otro lado, Aquila reconoció a otras personas en los caídos; en esas personas cuya inocencia aún estaba escrita en sus juveniles rostros; Lavander Brown y Colin Creevey.
Entonces, escuchó a alguien sollozar y sus ojos pararon sobre Hermione, la bruja de cabello espeso lloraba sobre el hombro de Ron y allí estaba Harry también, de pie, junto a ellos, con la capa de su padre envuelta entre sus brazos y una expresión de desesperación en el rostro.
Y fue entonces cuando su corazón se detuvo.
Lo siento. Había dicho Wilfred, pero nada de eso podría hacerla preparado para el dolor que sentía en esos momentos. Por los cuchillos que apuñalaban su pecho, el fuego que quemaba su carne, el nudo doloroso que su garganta no podía tragar. Nada podría haberla preparado para esto.
—No.—fue todo lo que pudo decir, su visión se volvió borrosa y aunque sus músculos pedían, suplicaban, que se detuviera, ella corrió. Corrió hasta que sus rodillas temblaron y se derrumbó a su lado en el frío suelo de piedra.
—No.—ella repitió.—No, no, no, por favor, no.
Con las manos temblando, ella agarró su camisa y lo comenzó a sacudir.
—Tú, bastardo.—ella balbuceó, las lágrimas bajaban por sus mejillas y manchaban la tela oscura que cubrían su cuerpo, que aún estaba cálido.—Lo prometiste. Prometiste que no te irías.
Un sollozo escapó de sus labios y su cuerpo cayó sobre el de él, mientras sus dedos acariciaban su cabello y escondía la cara en su cuello.
—Remus, por favor.—ella lloró; aún podía oler el chocolate en su piel, en su ropa.—Se suponía que lo haríamos juntos esta vez.—susurró.—Por favor, Remus. Por favor, vuelve.
Porque este era Remus. Remus Lupin. Con ojos color chocolate y una dulce y estúpida sonrisa. Remus que la abrazaba en las noches y la despertaba con suaves besos al amanecer. Remus, quién acariciaba su piel y susurraba dulces palabras en sus oídos. Remus, que era amable y gentil, inteligente y tolerante; sensato y de un humilde sentido del humor.
Era Lunático, que era una persona desinteresada y valiente, compasiva. Lunático, que tartamudeaba y se sonrojaba y cuyos dedos movía cuando estaba nervioso.
Pero lo más importante, esta era la persona de la que Aquila se había enamorado, la persona que había dejado entrar a su corazón, al que dejó ver todas sus inseguridades que había escondido.
Él estaba muerto.
Muerto.
Quería gritar, pero lo que salieron de sus labios fueron sollozos implacables.
—Te amo.—susurró después de una eternidad de dolor agonizante.—Te amo mucho.—sollozó con una mano acariciando su mejilla y sus cabello. Y con un dolor en todo su cuerpo, apoyó su frente contra la de él y cerró los ojos con fuerza.
Y luego, presionó sus labios contra los de él, mientras silenciosas lágrimas bajaban por sus mejillas. Y lentamente se separó de él y se levantó.
—Aquila.—una voz habló suavemente detrás de ella y pudo sentir una mano sobre su brazo.
—¿Quién hizo esto?—ella preguntó en un susurro.
—Aquila...
—Dime quién lo hizo.—exigió saber con más firmeza.
—¿Para qué? No eres una asesina, Aquila. No lo eres y Remus no querría que te convirtieras en una. Lo sé... sé que duele y quieres culpar a alguien por esto... quieres que alguien pague por el dolor que estás sintiendo... Pero el dolor solo te llevará a la venganza y nada bueno sale de ella, nada.
Su labio inferior tembló y con esas palabras en su mente, y todo cambió, porque esta vez, no era Aquila quién consolaba a Wilfred, sino que Wilfred, consolaba a Aquila por haber perdido al amor de su vida. La sostenía mientras ella se rompía. Se rompió una y otra vez hasta que no quedaron nada más que pedazos rotos.
Reggie.
Cornamenta.
Canuto.
Y ahora, Lunático.
—¿Por qué?—ella exigió saber entre sollozos mientras se aferraba a los hombros de Wilfred.—¿Por qué él, Will? ¿por qué?
Y con esa pregunta arrasando los cielos, Aquila Lycoris Black se convirtió en la última Merodeadora.
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philophobia ━ remus lupin. (2)✓
Fanfiction━━ ⦗ philophobia! ⦘ ❝ y el amor tampoco fue temido. ❞ ███████████ 𝙚𝙣 𝙙𝙤𝙣𝙙𝙚 remus lupin nunca se respetó así mismo como ella lo hizo y aquila black nunca se amó así misma com...