I. Ha vuelto.

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I. HA VUELTO.


LA VIDA TENÍA UNA RARA MANERA DE DARLE LIMONES. Y a veces, ninguna cantidad de azúcar podía esconder el sabor agrio de la desgracia.

No era ningún secreto que Aquila Black luchaba contra la ansiedad, y en el último año, Harry Potter le había dado a su madrina bastantes preocupaciones como para causarle un infarto. Desde que entró en el Torneo de los Tres Magos, hasta encontrar el cadáver de Bartemius Crouch en el Bosque Prohibido. Y como si eso no fuera suficiente, los Mortífagos se habían se exhibieron en La Copa Mundial de Quidditch; misteriosas desapariciones se estaban reportando a diario en el Diario el Profeta y Aquila no podía evitar sentir que algo malo pasaba con el ex miembro de Orden, Alastor Moody.

―Algo está pasando.―dijo Sirius de forma lúgubre mientras observaba a Aquila desde el espejo doble sentido que había encontrado en una de sus viejas cajas.

―Lo sé.―ella respondió en un susurro.―Todo está igual que antes...

Y luego, en la tarde del 4 de julio de 1995, cuando Harry apareció fuera del laberinto, sosteniendo la Copa de los Tres Magos y el cadáver de Cedric Diggory, supo que las cosas que todo volvía a empezar.

―¿Lia? Lia, ¿qué pasó?―Sirius preguntó en el instante en que salió de las flamas verde de la chimenea de la oficina de su hermana; los últimos meses había estado viviendo en el apartamento de Aquila. Había recibido un Patronus por parte de Dumbledore, pidiéndole que viajara al colegio lo antes posible.

Aquila, que había mantenido su trabajo como profesora asistente, bajo el estricto acuerdo de que no asistiría a Pociones, solo para estar con Leo durante sus transformaciones, cuya Licantropía aún no había sido conocida por nadie más que ella, Sirius y Remus. Hizo una mueca y acarició su clavícula y con voz temblorosa contestó.―Diggory... la tercera prueba. Está... está muerto.

Sirius palideció.

Y en ese mismo instante, la puerta de la oficina se abrió.

―Harry.―dijo ella soltando un suspiro de alivio y caminando hacía él, Sirius la siguió de cerca. Con las manos temblorosas, le dio un fuerte abrazo y le ayudó a sentarse.―¿Estás bien?―preguntó ella, con la voz llena de preocupación, mientras se agachaba ante él y acunaba su cara entre sus manos.

philophobia ━ remus lupin. (2)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora