Prólogo
Septiembre 2018
Leseth.
El cielo oscuro me avisa que pronto habrá una gran tormenta, camino directo a mi jornada laboral.
No hay bicicleta y sé que debería haberla traído por el simple hecho que acabo de usar el dinero para pagar el autobús.
Soy patético, lo sé. Sin embargo, contar las piedrecitas que encuentro en el camino me hace dejar de pensar en el tormento o es mi único consuelo porque la realidad pesa demasiado para ser dicha, si soy sincero funciona muy poco a como me gustaría.
Alzo la mirada y algunas personas golpean su hombro con el mío por las prisas.
Las nubes no tardan en reventar y pequeñas gotas comienzan a aproximarse. El clima concuerda con mi estado de ánimo.
Triste, despreciable y terriblemente patético.
La melodía cambia por una de piano y agradezco traer los audífonos porque una mujer acaba de insultarme y lo sé por su expresión. Vuelvo a seguir con mi miseria sintiendo el nudo de mi garganta apretarse cada vez más. Las palabras duelen tanto, queman y son imborrables, un golpe sanará, unas oraciones ofensivas no se irán con facilidad.
Giro a la derecha y cruzo la calle.
Entro a un parque, los árboles me rodean haciéndome sentir de pronto tan pequeño.
Nota: no volver a pasar por aquí.
El sonido del viento incrementa y ya no es una simple brisa, las gotas se intensifican y mi cabello pronto me cubre mi vista. Me detengo.
Los momentos se vuelven humo, los sueños rotos se vuelven eco y mi único desahogo es la melodía que sigue reproduciéndose en mi teléfono que grabe la semana pasada. El instrumento me relaja los músculos y los murmullos de la ciudad se esfuman como el humo de un cigarrillo. Los recuerdos llegan a mi mente, en donde el sol se esconde y ahora solo queda una gran nube negra.
Sigo mi camino soltando un suspiro. El caos se desata y comienzan a crearse charcos en el suelo, correr justo ahora puede ser una opción, pero también consigo resbalarme y empaparme más de lo que ya estoy así que sigo como si nada, camino con la probabilidad de enfermarme después y si tengo suerte solo será una gripe que pasará posteriormente unos días.
Puedo sentir mis lágrimas mezclarse con las gotas de lluvia.
Me escondo con el gorro del suéter lo más que puedo. Tal vez nadie perciba que me estoy quebrando justo ahora, pero siento como si llevara un cartel en la frente, me siento cansado y realmente no deseo llegar a la cafetería, pero necesito dinero para comer.
Sus palabras se cuelan en mi mente y cierro los ojos unos segundos tratando de ahuyentarlos. Observo la cafetería a lo lejos.
No pienses en ello, Leseth.
Fracaso como todo en la vida.
—Eres lo suficientemente patético, como para no traer algo de dinero a la casa— grita la voz que antes me calmaba en las noches.
—No puedo con todo en la casa, pago todo, no pagaré tu deuda madre— hablo con miedo a que en mi voz se perciba la decepción.
—Claro, pero yo te tuve que mantenerte porque tu padre murió— habla. Sus ojos rojos me miran con desprecio.
—Siempre me echas en cara eso, pero yo no te digo nada porque consumas esa porquería—comento, cansado.
Y sin lograr asimilar la acción siento la fuerte bofetada en mi mejilla que a los segundos comienza a arder.
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Bajo La Lluvia
Teen Fiction"Te envió lejos, pero al mismo tiempo no puedo soltar tu mano" Ella es el sol. Él es la tormenta. Juntos forman un arcoíris de canciones, creando una amistad o tal vez es más complejo que eso... Leseth no desea vivir. Alaska ama sonreír. Su zozobra...