13. No sería fácil.

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Alaska.

6: 37 p.m.

Llego al departamento y sí, aún tengo cajas sin abrir.

No debí estar viendo películas en mis tiempos libres.

Entro al baño para darme una ducha rápida, ya que no tengo ganas de ser impuntual—de nuevo—.

Casi muero por un posible resbalo que me salvo gracias a que me apoyo en la pared como si fuera a caerme de un precipicio.

La elección de esta noche son vaqueros negros rotos en las rodillas y una blusa de manga larga del mismo color, botas con una plataforma que me hace verme menos bajita de lo que soy. Agarro mi fiel abrigo gris.

Maquillaje será sutil porque quiero que mi delineado sea el protagonista, busco mi labial rojo para aplicar solo un poco y mi perfume.

Observo el reloj y corriendo salgo de mi habitación, presiono el botón del elevador y entro.

Estoy nerviosa, demasiado.

Leseth.

Detallo a Elena, su salud me comienza a preocupar, la verdad.

—¿Segura que estás bien? —pregunto, preocupado.

—Cansada, nada de que preocuparse—asegura—. La universidad me está dejando sin ganas de vivir—bromea.

Me acerco a la máquina preparando un café y se lo entrego.

—No duermas noche—suena más a una orden y ella no lo pasa desapercibida.

—En medicina dormir es un placer—asegura sonriéndome.

Su sonrisa se borra de pronto y alzo una ceja.

—Tu damisela llego—avisa.

Frunzo el entrecejo y me volteo para ver el pequeño auto de Alaska.

—Siento que huelo a café y pastelillos—me quejo y Elena se acerca.

—Con una mezcla de perfume masculino—asegura ella.

Resoplo.

—Bien me voy—me acerco y estoy a nada de alejarme, pero finalmente guardo cualquier incomodidad y beso su frente—. Cualquier cosa me hablas.

Ella me sonríe.

—Lo tendré en cuenta.

Alaska.

Algunos chicos que abandonan su trabajo—en su mayoría de preparatoria o universidad—, parecen sorprendidos al verme, otros miran sin disimulo mi pequeño auto.

Admito que incomoda.

Por la ventana veo a Leseth platicando con la misma castaña, esta vez decido esperar porque no quiero incomodar a la chica. Al parecer no soy tanto de su agrado, aunque lo oculta muy bien.

Uno de esos chicos se acerca.

Alzo una ceja.

—¿A quién esperas rubia? —pregunta uno de ellos.

Creo que es el mismo que me dijo el nombre del castaño que se está despidiendo de su amiga.

—¿Te conozco? —pregunto en cambio con una sonrisa de lado.

—Eres la chica de la otra vez—dice con una sonrisa invadiendo mi espacio personal.

—Solo lárgate—ordeno—. No tengo tiempo.

—Solo quería saber...

Dejo de escucharlo cuando Leseth abre la puerta del local y parece bastante curioso al ver a tres chicos junto a mí, me acerco al pecoso con una sonrisa.

Bajo La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora